A los pocos días recibí las galeradas y me dispuse a leerlas. Para mi sorpresa, los editores habían introducido numerosos cambios que no estaban pactados. Como consecuencia, en los siguientes días tuvieron lugar una serie de reuniones, algunas bastante tensas, con los editores (Sobre todo Patricia Forde y Carlos Garcia Aranda, ya que Alberto apenas intervino) intentando ellos introducir sus puntos de vista y yo mantener los míos. Tengo que confesar que la publicación de mi novela estuvo a punto de irse al traste, pero al final imperó el sentido común, entre todos buscamos las mejores opciones y se llegó a un acuerdo definitivo.
Por fin llegó el día, 23 de abril de 2.004, día del libro. A la salida del trabajo me acerqué a una librería de la Vaguada y allí lo vi. Un cartel reproduciendo la portada y varias columnas de ejemplares de mi libro...¡Mi libro! Si no me desmayé en aquel momento, no creo que lo haga nunca.
A partir de ahí vinieron en cascada las satisfacciones. A las dos semanas tenía lugar la feria del libro de Oviedo y me dijeron que si no me importaría hacer una presentación. ¡Una oportunidad de hablar en público, y además en mi tierra! Acepté sin dudar. Quizá pueda parecer extraño mi deseo de sentarme en un estrado y dirigir la palabra a un auditorio, sobre todo, teniendo en cuenta que soy más bien tímido y retraído. Pero, para todos aquellos que nos dedicamos a la educación de los jóvenes, que tenemos que hablar constantemente, (y eso que mi asignatura no es de las más representativas de esta situación), a unos oyentes a los que todo lo que decimos no les importa en absoluto y que nuestra mayor preocupación no es ya que entiendan, sino que atiendan, poder hacerlo a unas personas que, en principio, van a escuchar con atención y que, incluso en el caso de no ser capaces de captar su interés, van a ser lo suficientemente educados como para no interrumpir o intentar escaparse, es un sueño raras veces realizado.
Pero, como de costumbre, no todo fue tan sencillo como parecía. Yo iba a presentar mi novela, pero alguien, y alguien conocido, debería presentarme a mí. El editor no tenía a nadie, y el distribuidor para Asturias, tampoco. Tuve que echar mano de mis contactos; y realizar esta y otras labores, que en principio parecen formar parte de las obligaciones editoriales, pasó a ser un lugar común a partir de entonces. Comencé por mi hermano Anselmo; a los pocos días tuve su respuesta: conocía a varios profesores de universidad que estarían encantados de hacerlo, pero, sintiéndolo mucho, no iban a estar en Oviedo en esas fechas. (Quizá fuera verdad, se trataba de un tentador “puente”). Continué por mi prima Josefina García Vega, de Salinas. Casualmente, ni ella ni sus hermanos estaban tampoco en Asturias, (lo que también me privaba del apoyo de una “cla” numerosa), pero por teléfono, me puso en contacto con Carlos Guardado, de la “Cofradía del Colesterol” y conocedor de casi todo el mundo en Avilés, quien, a su vez, me dio el de Concepción Landeira, una redactora de la Voz de Avilés y de Teleavilés. Extraordinariamente amable, se prestó a hacer de introductora y quedamos en vernos en LibroOviedo, una hora antes del evento.
Pero dejemos lo que pasó para la próxima entrada en que hablaremos de las diferentes presentaciones que tuve que realizar (y disfrutar)
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