Finalizada "La Cruz de los Ángeles" y disfrutando de un sitio de honor en mis estanterías al lado de "La Cruz de la Victoria", el siguiente paso era acabar la trilogía con "La Caja de las Ágatas". pero ahí había algún pequeño problema. Esta joya era bastante posterior a las otras dos (Bueno, no a la Cruz de la Victoria, de la cual era casi contemporánea, pero ya he dicho que no hablaba de esa joya, labrada en el año 908, sino del ánima de madera, que, según la leyenda, se corresponde con la enarbolada por Pelayo en Covadonga el 722, aunque esto último, con toda probabilidad, no sea cierto), por lo que mis investigaciones usadas en las anteriores novelas estaban incompletas y tenía que volver a dedicar mucho tiempo a la búsqueda de datos. Ésto no hubiera sido un óbice determinante, al fin y al cabo nadie me exigía plazos de entrega, pero había otro problema mayor: No se me ocurría ninguna trama interesante para introducir, de un modo significativo, esa joya. Tras mucho pensar, decidí hcer un cambio en mis planteamientos originales.
Como he dicho en repetidas ocasiones, aunque soy asturiano (de origen) y me siento muy orgullosos de serlo, desde hace treinta años paso mis vacaciones de verano en Tore del Mar, Málaga. Allí tengo muchos y buenos amigos, y algunos me han ayudado incluso en la elaboración de mis novelas. Andalucía tiene una gran influencia de los años que estuvo bajo la dominación musulmana, tanto en toponimia, como en arquitectura, costumbres, etc. Sin embargo, en mis novelas correspondía a los musulmanes el papel de los "malos", quedando para los asturianos el de los "buenos". Por supuesto que esto iba a seguir así, no puedo contradecir a la Historia, ni a mis sentimientos; pero no estaba de más describir el punto de vista de los habitantes de la España bajo el poder musulman, una mayoría, si los comparamos con los del incipiente reino asturiano. (Aunque en los tiempos de Alfonso II, y en los de sus antecesores narrados en "La Cruz de los Ángeles, ya se había iniciado la repoblación de las tierras asturianas con los cristianos que, desde el valle del Duero, querían escapar al dominio musulmán, aún la demografía de las poblaciones situadas a orillas del Tajo, del Guadalquivir y del Ebro era absolutamente superior a la existente tras los montes cantábricos)
En el resto de la Península Ibérica la situación era como sigue: Una minoría dominante formada por los gobernantes, grandes propietarios y el ejército, descendientes de los diez mil árabes y otros tantos bereberes llegados con Tarik y Muza (Musa ibn Nusair) en el 718, o llegados después, huyendo de las luchas dinásticas y religiosas que enfrentaban a los musulmanes unos contra otros (Ayer como hoy), o en la expedición punitiva comandada por Balch tras la gran rebelión bereber del año 740 d.C., que iba a ser el inicio de mi novela.
Otra minoría (mucho menor, pero de gran influencia): los judíos, favorecidos al principio por los musulmanes, por haberles ayudado en su invasión, con cargos importantes, sobre todo en medicina y en finanzas (también, ayer como hoy), pero que vivian separados de cristianos y musulmanes, tanto porque esto, en el fondo, les despreciasen, como por propia voluntad.
Y la gran mayoría de habitantes descendientes de los hispanorromanos que habían formado la masa de población bajo el reino visigodo, divididos en dos grandes grupos por razón de religión: Los muladíes, que mantenían su religión cristiana, estaban exentos de cualquier cargo importante y pagaban todos los impuestos, y los mozárabes, que habían abjurado de su religión para aceptar el Islam, algunos, muy pocos, por convencimiento, y la mayoría porque así pagaban menos impuestos y, en teoría, tenían los mismos derechos que cualquier musulmán (Aunque esto no era real).
Bien, estaba decidido, escribiría un libro sobre un representante de estos grupos sociales, aprovechando la documentación que tenía sobre la España musulmana, mucho más abundante que lo que se sabía del reino Asturiano en aquellos años (Y realmente sucedieron cosas muy interesantes y novelescas), aunque eso me alejaba de la idea original de una trilogía. ("La caja de las Ágatas" no estaba abandonada, solamente pospuesta). Con mi obsesión por el orden y la simetría, concebí una historia en W (Cinco novelas, tres referidas a personajes importantes, reyes preferentemente, de gran tono épico, del reino de Asturias, y dos intercaladas, de nivel menor, que narrasen a personajes corrientes de la España musulmana: un muladí y un mozárabe), y me puse manos a la obra.
Como contaré en otra entrada.
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