Una vez publicados los adelantos dedicados a
Mariano Vilella (los correspondientes a Alarico) y a Luz Morales (los de
Abdul), vamos a recapitular el estado actual del borrador de la novela. En lo
que va del corriente año 2016 he trabajado en ella más intensamente que lo que hubiera
hecho nunca antes en las ya escritas (estén o no publicadas), incluso que en la
que dio origen a la serie y a mi afición por la escritura, Pelayo, rey. Pero el
avance no ha sido todo lo efectivo que hubiera deseado.
Es esta una novela que abarca dos líneas
argumentales distintas (una en territorio asturiano y la otra que comienza en
Ceuta, continúa en las tierras del Imperio Romano de Oriente - llamado
posteriormente, aunque es una denominación que, para una mejor comprensión
de los lectores, he usado en este texto,
Bizantino - y las del Califato Omeya de Damasco, para concluir, tras un paso
por el norte de África, en los territorios de la Península Ibérica dominados
por los musulmanes) que, a la postre, acabarán juntándose; en la que aparecen
una multitud de personajes, muchos de ellos que, originalmente, no iban a tener
importancia pero que, luego, al irse desarrollando la acción, he visto que era
más conveniente dársela y, por lo tanto, había que volver atrás y modificar lo
ya escrito; y que transcurre por un ámbito temporal prolongado, puesto que
comienza en un prólogo en el año 741 en Ceuta, y concluirá, previsiblemente, en
789, período que ya ha sido narrado en varias de mis novelas anteriores, por lo
que hay muchos detalles que tener en cuenta para no caer en contradicciones.
Si a todo esto añadimos que, desde que comencé
a escribirla, hace unos cuatro años, quitando este último, no he podido dedicar
todo el tiempo que quisiera a ella, sino que había veces que, por diferentes
motivos, transcurría casi un mes entre el momento en que le dedicaba una o dos
horas, y el siguiente en que podía trabajar en ella aún menos tiempo, se
comprenderá que la redacción (provisional) debería ser revisada exhaustivamente.
Ahora, que ya estoy trabajando en ella con más
continuidad, en lugar de seguir avanzando con la trama, he tenido que dedicarme
a corregir las incongruencias que se podían haber producido entre lo narrado en
unos capítulos y lo que se cuenta en otros posteriores, redactados con meses,
incluso años, de diferencia; entre lo descrito en esta novela, y lo narrado y
puesto ya en manos de los lectores en las anteriores publicadas (Pelayo rey, La
muralla esmeralda, El Muladí y La Cruz de los Ángeles); e, incluso, con lo que
ya está esbozado o escrito, aunque aún no publicado, en las futuras (La Cruz de
la Victoria y otras). Tarea tremendamente complicada y, en alguna ocasión,
imposible. Calificación esta que utilizo porque al realizar esta tarea he
descubierto que, posiblemente debido al tiempo que transcurrió entre la redacción
de unas y otras de las ya publicadas, al orden con que fueron escritas,
diferente del cronológico con que se editaron, y a la falta de continuidad con
que me dediqué a su redacción al tener que compatibilizarlo con mi actividad
profesional, entre ellas ya hay un buen número de contradicciones e
incongruencias, ya imposibles de evitar, que pasaron desapercibidas para mí,
durante su redacción y durante su corrección final, para los correctores (profesionales
o no) que las revisaron, y para los lectores, de los que no he recibido ninguna
queja o aviso.
Insistiendo sobre este tema, ya en el año 2011,
una vez comenzada la redacción de la novela actual, me di cuenta de unas
incongruencias (unas entre tantas) que existían en mis novelas anteriores, y
las puse de manifiesto en dos entradas en mi blog reyesasturianos.blogspot.com tituladas
“problemas cronólogicos” I y II. También en otra entrada del año 2012, que
lleva el título de “El muladí 5, erratas” habló de estas, aunque en algún caso
no sean específicamente erratas, sino errores de la trama. Y en el año 2013, en
otra entrada en el blog con el nombre “Compartiendo complicaciones” (no se
puede decir que no doy pistas) hablo también de esta cuestión.
Bueno, resueltas (o al menos eso creo) las
incongruencias que se podían resolver dentro de la redacción de esta novela
entre unos y otros capítulos, y abandonadas resignadamente las que considero
insalvables, quiero implicar en ello a mis lectores. Para eso ofrezco un
ejemplar firmado de La muralla esmeralda o de El muladí (Las otras dos, de momento,
están agotadas) a cualquiera de mis lectores que, bien en mi blog, o bien en mi
página de Facebook “Pelayo, rey” me comunique que ha encontrado alguna de esas
incongruencias (no valen erratas de imprenta, de las que no me considero
responsable) que hay en alguna de mis novelas y la ponga de manifiesto.
¿Y cómo está, entonces, el estado de la redacción
de La estirpe de los reyes? Hagamos un breve resumen:
En la trama asturiana (más compleja), aunque
algo relacionado con ella transcurre durante el prólogo, que sucede en Ceuta, y
por lo tanto corresponde a la otra trama, en el año 734, al final del reinado
de Pelayo, la acción comienza, realmente, en el año 739, año en que muere
Favila. (Obsérvese que ni en esta novela, ni en el resto de la serie, hablamos
nada de lo que sucede durante los dos años del reinado del hijo de Pelayo – El
Muladí comienza también con su muerte – así que, en un futuro habrá que
rellenar ese hueco)
A continuación, durante los capítulos 2, 4, 6, y
8 (los impares pertenecen a la otra trama) pasamos a narrar hechos, casi todos de ficción, ocurridos durante los
primeros años del reinado de Alfonso I (del citado 739 al 742), haciendo
especial hincapié en lo sucedido con la viuda de Favila, Froiluba, y de su hija
(una de las razones de comenzar esta novela), y de los que no se había hablado
en la coetánea novela, El Muladí. También prestamos atención a un personaje,
principal en La Muralla Esmeralda y del que nos habíamos olvidado en El Muladí,
el astur Xinto, lo que nos da pie a narrar la vida en una aldea de los pastores
de las montañas y que nos ha obligado a un trabajo de investigación sobre temas
que hasta ahora habíamos tratado tangencialmente.
Al final de dicho capítulo 8 nos reencontramos
con la trama desarrollada en El Muladí, por lo que algunas escenas se repiten,
aunque, en esta ocasión, narradas de otra manera o desde otro punto de vista,
respetando lo que se narró en aquella novela y que hay que mantener (situaciones,
diálogos, etc.), y continuando con la atención a la viuda e hija de Favila y a
los pastores astures, que no habían aparecido por las páginas de aquella. Aquí
aumentaron los problemas de coordinación de la nueva trama con lo ya publicado,
y no puedo presumir de que todo se haya solucionado satisfactoriamente.
Esta
situación continúa durante los capítulos 10, 12, 14 y 16 (desde el citado año
742 al 749, continuando con la narración de hechos, ficticios o reales, ya
narrados en El Muladí, o nuevos, del reinado de Alfonso I), en el que ocurre un
acontecimiento trascendental (absolutamente ficticio) para la trama desarrollada,
que ya se había narrado en el Muladí, pero que aquí se narra con muchos más (y
nuevos) detalles.
En
el capítulo 18, que transcurre a partir del año 750, aparte de continuar con
las tramas desarrolladas en los capítulos anteriores, hace su aparición un nuevo
personaje, venido de lejos, que servirá de nexo de unión entre todas ellas.
En
el 20, año 751 y siguientes, además de continuar el desarrollo de las historias
anteriores, que comienzan a interrelacionarse, prestaremos especial atención a
dos personajes que hasta ahora apenas habían sido nombrados y que serán los que
pasen a ser referentes en la trama en lo sucedido: Teudis (personaje real,
citado en las crónicas, pero del que nada se sabe, al que, en mi ficción, hago
hijo de Rodulfo y conde de Gauzón, y que solo había sido citado de pasada en El
Muladí y en La Cruz de los Ángeles) y el primogénito de Alfonso, Fruela I, que
como rey de Asturias, es el protagonista de la primera parte de la segunda de
dichas novelas. Y al final de ese capítulo, hace su aparición (aunque le habíamos
visto de pasada en la otra trama y se le había citado un par de veces) un
personaje, que es otra de las justificaciones de esta novela, Abdul, el
protagonista de El Muladí, y del que narramos lo ya contado en el final de esa
novela (aunque con ligeras variaciones) y que iba a ser el final de su
historia, aunque, ante peticiones de los lectores, retomamos su vida para que
se pasee un poco más de tiempo por las páginas de ésta.
El capítulo 22, del año 755 al 757, termina con
la muerte de Alfonso I y la proclamación como rey de Fruela I. A partir de aquí,
la novela se superpone con lo narrado en La Cruz de los Ángeles, con lo que
habrá que escribir compatibilizándolo con lo contado en ella. Ese será el
trabajo al que tendremos que dedicarnos a partir de hoy.
Y nos queda comentar lo que sucede en la otra
trama (esta es mucho más fácil), pero como ya nos hemos extendido demasiado, lo
dejamos para otro día.