Había quedado en escribir hoy acerca de lo que hice con aquellos folios encuadernados que eran, entonces, mi novela. Pero se me están quedando muchas cosas en el tintero (Deberia decir el teclado) y vamos a actualizar algunas antes.
Ya he dicho que, para estar preparado a escribir, había pasado un año documentándome todo lo posible. (Si a alguien le parece exagerado tanto tiempo: un año para investigar, otro para escribir... que piense que no soy profesional de la literatura, sino que tengo mi trabajo - aprovecho para decirlo, si es que no lo he hecho antes, profesor de Educación Física en el colegio Santa María de los Rosales, de Madrid - y solo puedo dedicarme a mis afición en mis ratos libres). Pero no bastaba con leer documentos, por precisos que estos fueran; había que decidir en qué lugares iba a tener lugar la acción y describirlos. Como entonces aún no existían el "google earth", "google maps" ni similares, estaba limitado a los atlas, de los que dispongo de una buena colección, guías de carreteras, planos y cosas así. Obviamente no era suficiente y había cosas que necesitaba ver "in situ". Así que realizé un buen número de vijes durante esos dos años; unos, aprovechando mis habituales desplaamientos a Asturias, y otros "ex-profeso". Sin pretender ser exhaustivo, recuerdo un par de ellos a la zona de Proaza, entrando o saliendo de Asturias por el Puerto Ventana, en vez de por Pajares o el Huerna, ya que esa era la vía natural de comunicación de Asturias con la meseta en aquellos tiempos (Sánchez Albornoz "dixit"); Por allí, aparte del lugar de comienzo y final de mi novela, había sitios tan sugerentes como la "senda del Oso", el desfiladero de "Piedras Xuntas" y el mismo "Puerto Ventana", que usé, no solo en esta novela sino en las que la siguieron. Desde Luanco fui a Oviedo, en la visita ya narrada anteriormente a la Cámara Santa y al resto de la ciudad, lo que me sirvió, también, fundamentalmente, para las sucesivas historias (Oviedo no existía aún en los tiempos de Pelayo - sí Lucus Asturum, la actual Lugo de Llanera, pero allí no conseguí encontrar nada - pero tiene intervencion esencial en lo ocurrido poco después). Y también, un par de veces, a Covadonga (¡Como no! Es imposible visitar a la Santina sin sentirse lleno de inspiraciones) y a los Lagos, aprovechando para, de camino, echar un vistazo al Sueve y al Piloña (¿Cómo hubieran podido, en ese humilde río, ahogarse los perseguidores de Pelayo, según cuenta la leyenda? Pero había que describirlo y así lo hice. Al fin y al cabo, hace más de mil años, las cosas eran diferentes). También me llegué hasta Potes, en la Liébana, y subí al funicular de Fuente Dé para dar un pequeño paseo al otro lado de los Picos de Europa.
Y fuera de Asturias, varias visitas a Toledo. (Había que ver Santa Leocadia, pensar dónde estaría el Palacio de los reyes godos, ver las murallas... etc.) y, cómo sitio más lejano, un viaje hasta Arcos de la Frontera para ver posibles sitios de la batalla del Guadalete.
En fin, unos años bastante movidos
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