Con “El Muladí” terminado en el verano del 2.000 y ocupando su sitio entre “La Cruz de la Victoria” y “La Cruz de los Ángeles” ya eran tres las novelas históricas que había escrito (sin contar el trabajo de investigación para “La Caja de las Ágatas”), así que decidí intentar otro género. Estoy convencido de que la Civilización Occidental (por llamarla de alguna manera) vive una época comparable a la de los últimos años del Imperio Romano. Ahora hablamos de “La Caída”, dando la impresión de que fue algo súbito, pero los ciudadanos del siglo V d.J. no tenían la menor idea de que aquel Imperio que gobernaba todo el mundo conocido estuviese llegando a su fin. Creo que lo mismo nos ocurre a nosotros, quizás no lo veamos, ni nuestros hijos, pero esta civilización, tal como la conocemos, no durará mucho más. Así que comencé una novela en que iba a mezclar esta teoría con la ciencia-ficción, hablando de los viajes en el tiempo y cómo es imposible, viajando al pasado, cambiar el presente, pues cualquier cambio, si es suficientemente importante, daría lugar a que el supuesto viajero intertemporal no hubiera nacido o, cuando menos, no hubiera estado en la situación exacta que permitió su viaje, con lo cual, automáticamente, el viaje no se hubiera realizado, ni tampoco el cambio. Pero esto llevaría a que el viajero sí hubiera realizado el viaje e intentado esa acción que cambiaría el presente. Instantáneamente, se volvería a repetir la situación en la que el protagonista no hubiera nacido, interrumpiéndose el cambio, y volviendo a realizar el viaje y así sucesivamente, entrando en un círculo vicioso que se repetiría instantánea e infinitamente y creando un bucle temporal que, quizá, destruiría el universo. Bueno, esto era la teoría y sobre ella escribí los dos primeros capítulos. Como era habitual, se los envié a mi hermano Anselmo pidiendo su opinión. Él, que es uno de mis más entusiastas críticos, me contestó con cuatro escuetas palabras. : “¡Tírala a la basura!”.
La releí y, realmente, era muy mala. Pero no seguí su consejo y guardé lo poco escrito y el esquema. Confío en que algún día seré capaz de retomar el tema y describirlo de alguna manera menos penosa.. Quizá debería incluso cambiar el título, pero, de momento, “Caída” continúa ocupando algunos bits del archivo de mi ordenador.
Tras esto estaba un poco desanimado. Cansado del tema de la Reconquista e incapaz de escribir aceptablemente sobre otros, pensé que ya había satisfecho mis inquietudes creadoras y que era momento de dedicar mi tiempo libre a otras actividades, cuando sonó el timbre del teléfono y al otro lado, no del hilo, como se decía antes, sino de las ondas, me habló una voz absolutamente desconocida.
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