Bueno, yo había concluído mi tarea poniendo la palabra fin a mi historia. En realidad lo que escribí fue : "Esto no fue el FIN, sino el PRINCIPIO", dando a esta frase dos interpretaciones: Que cuando Pelayo concluyó su tarea expulsando a los musulmanes de Asturias, lo que hizo fue el comienzo de algo mucho más importante, la Reconquista de todos los territorios perdidos; y que esta novela no era más que el comienzo de una serie. (De eso hablaremos en próximas entradas). Sorprendentemente, los editores mantuvieron esa cursilería y así figura en los ejemplares publicados. A ver si se cumple.
Pero estaba diciendo que había acabado mi tarea y, con escepticismo, ví sus frutos: Tres "disquettes" (No cabía en uno solo, así que grabé uno por cada parte en que, a posteriori, había distribuído la novela) en los que estaba guardada toda la historia. No hace falta que diga que mi ordenador no podía grabar CDs, que en aquella época casi no se usaban - Ni imaginarnos los "pen" y demás inventos posteriores-
Creía, y aún creo en estos tiempos, que la auténtica lectura, para ser gratificante, tiene que hacerse gracias al papel escrito (¡Qué placer pasar las hojas intentando adivinar, mientras lo haces, qué sorpresa te deparará la página siguiente!), y en ese formato tenía que ver mi novela. Pero mi vieja impresora hubiera tardado una eternidad en hacerlo, o se hubiera quemado antes. Sin contar con que acerca de encabezamientos, márgenes, tipos de letra y todo eso que creo que se llama maquetación, tenía aún menos idea que de escribir. Pero siempre he sido afortunado y vinieron en mi ayuda unos amigos. Paco Suárez por un lado, y el matrimonio formado por Tomás y Elena por otro, utilizaron las impresoras de sus oficinas, sus horas de trabajo y, según creo, el de varios compañeros suyos para conseguirme dos ejemplares, uno encuadernado en espiral y otro en canutillo, con las páginas numeradas, los capitulos correctamente comenzando página y todas esas cosas. (No creo que sus jefes lleguen a leer esto, espero). Los miré y di un respingo. Aquello comenzaba a parecerse a un libro. Pero aún faltaban cosas por hacer, que veremos en próximas entradas.
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