Descartada (aunque no agotada, pues es sorprendente la cntidad de editoriales que hay en España)esta vía, ¿Qué más se podía hacer? Intenté otro camino: Los concursos y premios literarios. No es que mi autoetima sea tan grande que piense que yo pueda merecer un premio. Soy consciente de mis limitaciones como escritor. Pero nada se perdía con probar. Durante un año envié copias de mi novela (Las que me habían devuelto las editoriales) a todos los premios de que tuve noticia en territorio nacional. El resultado era previsible. Con la diferencia de que en este caso, no siempre me devolvieron los originales. Y en los casos en que sí lo hicieron tuve que ir a recogerlos yo mismo. (Obviamente,abandoné los de fuera de Madrid).
Pero en los que recuperé, observé el mismo detalle que en los enviados a las editoriales. No habían sido ni siquiera hojeados.
Así que coloqué en mis estanterías los folios precariamente encuadernados con el mismo respeto que si se tratase de un libro y abandoné (también como objeto de este blog) a "La Cruz de la Victoria".
Afortunadamente, no de una manera definitiva.
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