Al día de hoy llevo un poco más de una semana disfrutando de mis vacaciones en Torre del Mar - Vélez-Málaga, Málaga - (Ya se verá como el lugar de mis vacaciones tiene algo que ver en alguna de las sucesivas novelas) y voy al ritmo de una entrada diaria en el blog. Soy consciente de que es demasiado y corro el riesgo de hacerme pesado para los que entren en él, pero ya que lo hemos comenzado con unos quince años de retraso, habrá que intentar ponerse al día. Aún falta bastante para que mi novela "La Cruz de la Victoria" llegue a convertirse en el "Pelayo, rey" que habéis leído (O que, si no lo habéis hecho, váis a hacerlo enseguida, en cuanto podáis acercaros a cualquier librería a comprarlo - o estéis dispuestos a ganar el ejemplar que prometí al primero que publicase algún comentario - )
Bien, entremos en materia. Ya tenía el libro registrado. ¿Quién querría publicarlo? Acudí a mi biblioteca y confeccioné una lista de las editoriales que habían publicado alguna novela histórica. A cinco de ellas les envié por correo una copia del original, (Durante un tiempo fui un buen cliente de la casa de fotocopias que hay cerca de mi casa) y esperé respuestas. Eventualmente tuve algunas, (otras ni se molestaron) y todas estaban en la misma línea : "Una novela muy interesante, bien escrita, pero que, desgraciadamente, no entra en nuestros proyectos a corto plazo. No se desanime." o algo similar. Efectivamente, no me desanimé. Con los ejemplares devueltos y nuevas copias hice otra remesa de envíos. Naturalmente, con el mismo resultado. Y a una tercera serie le ocurrió lo mismo. Pero algo llamó mi atención. Mi novela estaba encuadernada en canutillo y era bastante voluminosa. Eso quería decir (Y lo había comprobado) que cuando se leía era frecuente que, aunque fuera ligeramente, se desencuadernase.
En consecuencia, en muchos de los casos (o, quizá, en todos) mi novela había sido rechazada sin llegar a ser leída.
Eso podía llegar a ser un consuelo.
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