6 de septiembre de 2010

VOLVIENDO AL PRINCIPIO: El “HËROE”

Como había prometido, y siguiendo indicaciones de una de mis (por el momento) escasas seguidoras, vamos a comenzar a contar las investigaciones llevadas a cabo para confeccionar el marco histórico en el que se desenvuelven mis novelas.
Pero antes, un inciso. Esta mañana entregué a Lola el ejemplar que había conseguido. Como había supuesto, ya que ella ya tenía el suyo, se lo dediqué para su madre. Espero que le guste.
Bien, volvamos al tema. Estamos en el momento en que alguien, sin ninguna experiencia previa en literatura ni en historia (obviamente, yo mismo), decide escribir una novela histórica sobre la figura de don Pelayo. Una vez decidido el tema, había que conocer el personaje. Vaga y difusa era la imagen que yo tenía de él, (como casi todo el mundo), así que había que conocer cuál era su imagen histórica. Si coincidía con lo que yo había imaginado, perfecto, adelante. Si no, habría que decidir si cambiar la idea, o hacer caso omiso de la historia y mantener el espíritu imaginado (creo que esto último es lo que han hecho la mayoría de los escritores); aunque también podría ser que poco o nada se supiese con certeza y el escritor tuviese las manos libres para dejar desbocarse su imaginación.
Primer nivel de investigación, inmediato y superficial: acudir a mi biblioteca y consultar los libros de que dispusiera. (Recuerdo que estamos hablado de hace más de diez años. Hoy en día sería abrir el ordenador, teclear “don Pelayo” en Google y decidirse por algunas de las 303.000 páginas disponibles. Casi prefiero mi sistema)
Primer intento: La “Historia de España” de la biblioteca cultural Carrogio (1.976). En el tomo I se hablaba del reino de los godos y su final y en el tomo II del comienzo de la resistencia a la invasión musulmana. Creo que fue ahí donde comencé a tomar conciencia de que mi novela tenía que tratar de dos mundos distintos y que eso (como demostraba tener que consultar dos tomos diferentes) iba a ser algo complicado. Pero de momento yo estaba centrado en mi personaje, aunque, para mí desilusión, casi nada me decía, excepto que había sido espatario de Rodrigo (otra vez el mundo de los godos), y que el motivo de su rebelión había sido a causa del deseo del gobernador musulmán de Gigia por la hermana del héroe. (¡Buen tema para la novela!). A la vez, y en escritos al margen, reproducían un texto de Al-Maqqari sobre Pelayo, minimizando la importancia de la tropa cristiana (veinte asnos salvajes, decía).
Segundo intento: “Historia Universal” de la misma editorial (1974). Para ver si podía tener una visión un poco más de conjunto. Ninguna novedad en su cuarto tomo, salvo una preciosa imagen de la Cruz de la Victoria, realizada mucho después de los hechos que iba a contar, pero que, según la tradición, estaba labrada en torno al ánima de roble formado por la cruz enarbolada por Pelayo en Covadonga. Y la impresión que tenía que documentarme mucho más sobre el mundo islámico.
Tercer intento: “Historia del Mundo” de J.Pijoan, (Salvat, 1928) hay que reconocer que esta Historia tenía solera, pero, degraciadamente, ningún dato acerca de Pelayo.
Exprimida mi biblioteca, pasé a la del Colegio: aquí encontré una joya : “El reino de Asturias” de Claudio Sánchez Albornoz. (Ya conté en otra entrada como, lamentablemente, cuando volví a necesitarlo para las siguientes novelas ya no lo encontré. Y cómo, años más tarde, en el museo de la reconquista, de Cangas de Onís, con gran alborozo por mi parte, vi que aún tenían unos pocos ejemplares de los que conseguí uno para mi biblioteca). Páginas y páginas de una prosa apasionada en las quer encontré datos, no solo sobre mi protagonista, sino sobre toda los acontecimientos de la época que iba a describir. Nunca agradeceré lo bastante a don Claudio lo que me inspiró para mis personajes y mi novela.
En ese momento ya había concebido a mi personaje; un “héroe”, por supuesto, pero con virtudes y defectos que le confirieran humanidad: Generoso, altivo, valiente hasta la temeridad, pero también orgulloso, arrogante, imprudente… Síu, ese personaje podría haber derrotado a los musulmanes en Covadonga, pero… ¡Un momento! ¿Podría haber sido el fundador de un reino que fuese el origen de la España actual? ¿Para eso no tendría que haber adquirido unas dosis de prudencia, sensatez, buen juicio de las que yo, en mi imaginación, no le había dotado? Tendría que evolucionar, pero no por sí solo. Tendría que haber alguien que… ¡Ya estaba! La novela iba tomando forma. Comenzaban a aparecer el resto de personajes. Pero esto queda para la siguiente entrada.

2 comentarios:

  1. En palabras de mi madre, MIL GRACIAS por el libro. Esta misma tarde ya había comenzado con la lectura. Lo próximo que intentaré es arrastrarla a leer el blog.

    ResponderEliminar
  2. Para un autor, el mejor premio es que su novela le guste a alguien. Soy yo el que estoy agradecido.
    Intentaré que el blog gane algo en amenidad, aunque estos días, como tú sabes muy bien, el tiempo libre es escaso.

    ResponderEliminar