26 de septiembre de 2010

LOS PERSONAJES: El Amigo.

Es el momento de volver a hablar de los personajes de la novela. Habíamos quedado en que, para evolucionar desde un joven altivo e impetuoso, valiente y decidido, sí, pero quizá algo irreflexivo y orgulloso, hasta llegar a ser un líder, un conductor de hombres capaz de recoger los restos maltrechos del reino de los godos, juntarlos con hispanorromanos y astures y crear un nuevo reino que fuese el germen de los que hoy es (somos) España, nuestro héroe tenía que haber tenido alguna ayuda. Y me había imaginado al hijo del administrador de su padre, de su misma edad, pero rico en las virtudes de que Pelayo, en un principio, estaba más necesitado: humildad, reflexión, sensatez…
Lo ví de inmediato. Tendría que ser una mezcla de todos aquellos personajes que, en muchos de los libros que había leído, ayudaban, aconsejaban y acompañaban al protagonista en sus aventuras: Crispín al capitán Trueno, Robin a Batman, Consejo al profesor Arronax, Passpartout a Phileas Fogg, Planchet a D’Artagnan (Aunque aquí casi iría mejor, D’Artagnan a Athos) y, ¿por qué no?, Pepito Grillo a Pinocho.
Al igual que su padre, sería un hispanorromano. Eso me permitiría describir mejor a ese grupo de gente que formaban, mayoritariamente, los habitantes de la península. Y podría contraponer muchas de sus carácterísticas (Inteligencia, cultura, laboriosidad…) con las de los godos (Fuerza, valor, orgullo…).
Para decidir su nombre, rebusqué en crónicas y leyendas y leí que un tal Julián Pomerio había llevado a Asturias algunos de los escritos de San Isidoro y pensé aprovecharlo; se llamaría Julián, puesto que había nacido y se había criado en Asturias (El padre de Pelayo era el conde de Lucus Asturum) lo de “Pomerio” podía ser un mote que recordase las “pomaradas” y los escritos de S.Isidoro podrían aparecer perfectamente sin forzar la trama.
Su relación con Pelayo era compleja. Era el hijo de un servidor de su padre, servidor suyo, por tanto. Pero también su condiscípulo y compañero de juegos, y, aunque nunca olvidó su situación, Pelayo siempre le trató como un amigo. Aunque esta dualidad dio origen a un conflicto que no puedo revelar aquí por si alguno de los seguidores del blog no ha leído aún la novela.
En fin. La primera escena (llamémosla así, pues en mi mente la novela se representaba como una película) mostraba a los dos jóvenes practicando con sus armas en el bosque y, a partir de ahí, y al igual que la de Pelayo, la personalidad de Julián fue evolucionando, muchas veces, sin intervención consciente mía.
Y, como dije una vez, en mis charlas con los editores previas a la publicación: “El protagonista es Pelayo, pero el héroe, el auténtico héroe, es Julián”. Y, además, al no ser un personaje real, mientras que Pelayo debe su existencia a la historia, Julián me la debe solo a mí.
Y estoy orgulloso de ello.

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