Ya dije que, por primera y, hasta el momento, última vez, que me había ocurrido desde que comencé a escribir historias, esta novela fue redactada por encargo de los editores, como continuación de “Pelayo, rey”. Así que, en un principio, en su denominación iba a constar esta circunstancia; algo así como “Pelayo, rey, segunda parte” o “Nuevas aventuras de Pelayo” o cualquier otro título más afortunado que los expuestos pero de parecida orientación (Total, luego, los editores pondrían el nombre que ellos quisieran, como ocurrió, y ya he contado, con “Pelayo, rey”, originalmente denominado por mí (Y así consta en el registro de la propiedad intelectual) como “La Cruz de la Victoria”
Pero, en uno de mis viajes para documentarme y/o inspirarme en lo relativo a esta novela, pasé una vez más por la senda del oso, subiendo desde Trubia al Puerto Ventana. Ya que “Pelayo, rey” había comenzado allí (Excepto el prólogo que, a sugerencia de los editores, contaba la muerte de Favila a manos de Witiza en Tuy) y allí había terminado (Excepto el epílogo que, esta vez por decisión mía, contaba la entronización de Pelayo como rey en el “Campo de la Jura” a las afueras de Cangas de Onís), decidí comenzar esta continuación en los mismos lugares que en el primer libro, y narrar un encuentro de Pelayo, ya como rey de Asturias, con algunos montañeses astures de esa zona occidental, alejada del macizo oriental de los Picos de Europa, donde se situaban casi todas las acciones de la anterior novela, reticentes a aceptar su autoridad. Pretendía así hacer extensiva la adhesión a Pelayo de todos los astures, a lo largo de la cordillera.
Un inciso, la manera de que Pelayo consigue hacerse respetar y querer por los montañeses es una de las principales pegas que los editores han puesto a esta novela, hasta el punto que me han pedido que la cambie. Como a mí me gusta y parece que, al fin, no muestran interés por editarla y voy a acabar haciéndolo yo mismo (Quiero hacer una presentación en primavera, con la Asociación de Antiguos Alumnos del Colegio Santa María de los Rosales), voy a permitirme el lujo de mantenerla y que sean los lectores los que la juzguen.
Una vez visitados todos los lugares que me interesaban, seguí hacia el puerto para volver a Madrid por ese camino menos habitual. Mientras iba conduciendo, iba pensando en la tesis principal de la novela: la duda de Pelayo entre intentar recuperar los territorios perdidos ante los musulmanes (Esto es, comenzar la Reconquista), o aguardar tiempos más propicios, consolidando sus posesiones asturianas y protegido por… En ese momento tuve la idea; la vertiente septentrional de los picos de Europa es agreste, pronunciada y, sobre todo, completamente llena de verdor. La abundante vegetación cubre todas las laderas no dejando ver, al contrario que la meridional, la que da a la meseta, un solo palmo del suelo que no sea completamente verde, en todos sus matices. Esa era la protección del pequeño y naciente reino de Pelayo y así se llamaría mi novela: LA MURALLA ESMERALDA. Con este nombre está inscrita en el registro de la propiedad intelectual y con este nombre se publicará. (Si soy yo en persona quien lo hago, seguro. Y sí mis editores actuales o cualesquiera otros se deciden a hacerlo, lucharé porque, esta vez, el nombre se mantenga)
Como, si Dios quiere, esta será la próxima de mis novelas que vea la luz, aún quedan unos pequeños flecos literarios por resolver, para los que pediré ayuda a los lectores de mi blog en la próxima entrada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario