20 de agosto de 2011

UNA CIRCUNSTANCIA

Hay cosas que, llevados de la premura o el entusiasmo, podemos pasar por alto. Me apresuré, una vez terminada La Medalla olímpica a anunciar que podría hacer una novela en que se narrase lo que habría sido de unos hipotéticos descendientes de don Rodrigo (Mariano, un compañero del colegio, me había recordado que había dejado a mi personaje inventado, Alarico, en Ceuta con la, también ficticia, hija habida de la relación del rey godo con Florinda, “la cava”) y de don Pelayo (me apenaba que su estirpe concluyese con Alfonso II, “el casto”). Lo anuncié en el blog y decidí que esta novela narrase los últimos años del reinado de Alfonso I, puesto que los primeros transcurrían en la próxima novela, El Muladí. De hecho, me había puesto a la tarea, había hecho una tabla cronológica de los posibles personajes, un esquema, e, incluso, ya tenía el prólogo y los dos primeros capítulos.
Pero había otro detalle que me faltaba por hacer. Intentando no repetir los errores que me había producido el hecho de que La muralla esmeralda, recién publicada, fuese escrita después que El Muladí, (aún no editado, aunque espero hacerlo en 2012), y que éste lo hiciera después de la que le va a seguir, La Cruz de los Ángeles, (que, escrita justo después de Pelayo, rey, ya veremos cuando verá la luz), procedí a releer ambas, pensando encajar la acción entre una y otra.
Y había cosas que no recordaba. Una de ellas, que, después de escribir El Muladí, y dándome cuenta de que había un paréntesis entre esta novela y la siguiente, lo prolongué para que terminase justo antes de la muerte de Alfonso I, cuando comienza La Cruz de los Ángeles, con el inicio del reinado del rey Fruela I. Así que la que estoy (estaba) escribiendo, no iría entre ambas, sino que se solaparía enteramente con El Muladí.
Esto, aparte de obligarme a cambiar algunos detalles, me lleva a replantearme todo; pues es un cambio en la concepción de la serie. De ser una relación cronológicamente lineal de la historia del reino de Asturias pasaría a ser un conjunto de novelas sobre la vida en aquellos tiempos. ¿Me merece la pena cambiar algo que ya está estructurado en siete u ocho novelas, seis de ellas ya escritas? Puedo también prolongar esta (de la que ya tenía el título provisional, La estirpe de los reyes,) convirtiéndola en una serie de capítulos, para situar a los lectores, que transcurren en los tiempos de las novelas ya escritas, hasta llegar al final de La Cruz de los Ángeles, y que la trama se desarrolle en el tiempo que va desde el final de ésta hasta el comienzo del reinado de Ramiro I (este espacio temporal ya he comprobado que no lo he relatado en ninguna). O también puedo seguir, despacio, con esta, para publicarla después que se termine la serie.
Sea como sea, tengo que planteármelo con calma. Y como coincide con el final de las vacaciones de verano, haré una pausa para, ya en Madrid, con todos mis libros de consulta a mano, decidir qué camino seguir. Así que hasta entonces, aparco mis actividades literarias y mis intervenciones en el blog. Feliz fin de verano a todos los que lo lean y gracias por compartirlo conmigo

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