Ya estamos en agosto y comenzando a trabajar en nuevas actividades literarias. ¿Y cuáles van a ser estas?
Pedía ayuda en una entrada anterior para decidir cuál debería ser mi nuevo objetivo novelesco. (¿O quizá debería decir que daba a mis lectores la posibilidad de influir sobre este?) Recibí algunos comentarios, pero, o bien eran de Fernando Arrechea sobre la concluida “La medalla olímpica”, o de Javier Serra (gracias, Javier, por ser uno de los que siempre colaboran) diciéndome, en síntesis, que hiciera lo que más me apeteciera. Claro que eso es lo que iba a hacer de todos modos, pero no sé si Javier me dijo eso con buena voluntad o porque me conoce mejor de lo que pensaba.
Entre todas las opciones que detallaba, había dos que me apetecían más que las demás. Una, la de retomar, al cabo de los años, la inconclusa “Boanerges”; y otra, la de concebir una trama en la que tuvieran cabida, de manera creíble, los descendientes de Alarico y Florinda (ver “La Muralla esmeralda”) por un lado, y los de Favila y Froiluba por otra. Una de las tareas era, sobre todo, creativa; y la otra de investigación (para los personajes reales) y de organización. Y al ser de índole tan diversa, me he decidido por compaginar las dos, trabajando en ambas alternativamente.
De momento, he comenzado a confeccionar una tabla con las edades de los posibles protagonistas y me he encontrado con algunos problemas que relataré en próximas entradas.
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