9 de enero de 2011

LA CRUZ DE LOS ÁNGELES I.- El rey enamorado

Este es el título que le dediqué a la primera parte de esa novela. Porque (y según Sánchez Albornoz) el enamoramiento de Fruela por la cautiva (o rehén, que tanto monta) vasca, Munia marcó definitivamente el devenir del reino asturiano en aquellos tiempos.
La mayor parte de las investigaciones históricas necesarias para esta novela ya las había hecho al documentarme para “Pelayo, rey”; los libros eran los mismos (Crónicas cristianas y musulmanas, solo que unas páginas más adelante) y la Historia, al igual que en “Pelayo, rey” y a diferencia de las otras dos novelas que la siguen y preceden a la actual, aunque escritas con posterioridad, me proporciona una trama apasionante sin excesivo trabajo por mi parte: Fruela, de vuelta de una incursión en tierras vascas (Posiblemente los valles alaveses) para hacer efectivo su dominio sobre esas zonas, se trae con él una joven vascona, probablemente una hija de sus jefes, si es que se la considera un rehén, o una joven cualquiera si es simplemente parte del botín. Pero el impetuoso rey se enamora de su cautiva y comienza a tratarla con especial deferencia, lo que causa el disgusto de parte de los nobles, ya descontentos con las maneras autoritarias del monarca (Esto ya es de mi cosecha, aunque inspirado por Sanchez Albrnoz)
Aquí ven algunos historiadores una lucha entre una facción más pro-goda que defiende la elección del soberano por parte de los nobles y otra asturianista que se inclina por la sucesión hereditaria. Fruela alcanzó el trono por ser hijo de Alfonso I y una nueva trasmisión a un hijo suyo (aún no nacido) irritaría a los partidarios del sistema electivo, al que ven peligrar, a ejemplo de lo que pasó con la sucesión de Egica a Witiza y la fallida de éste a Achila que ya contamos en Pelayo, rey.
Sea como fuere, Fruela traslada a su cautiva- amante -¿Esposa? al recién fundado lugar de Oviedo, donde nacen sus hijos Alfonso y Jimena (Nombre y personaje el de esta mucho menos cierto históricamente)
La novela aprovecha los primeros capítulos para presentar al resto de los protagonistas. Los nobles, hijos de los que llenaron las páginas de las novelas anteriores: Los hijos de Alfonso I y Hermesinda: el rey Fruela, su envidioso hermano Vimara y su encantadora hermana Adosinda. (Las personalidades de los personajes seon responsabilidad del autor, aunque con alguna base histórica). Sus primos, los hijos del hermano de Afonso I, llamado también Fruela y apodado “el mayor” para distinguirlo de su sobrino y evitar las confusiones que sufrieron, por su parte, los cronistas musulmanes: Aurelio y Bermudo. Y dos personajes que han causado muchos dolores de cabeza a los historiadores: El futuro rey, Silo, del que dicen las crónicas “En su tiempo hubo paz con los musulmanes a causa de su madre”, lo que les lleva a pensar que fue hijo de una musulmana, y el hermananastro del rey, Mauregato, del que también, tanto su nombre como las leyendas, hacen pensar que fuera hijo de una mujer árabe.
Esto me lleva a inventarme dos cautivas musulmanas que fueron llevadas a Asturias en una de las incursiones del anterior rey, Alfonso I (y, por lo tanto, me obligó a contar su historia en la novela que transcurre en tiempos de este rey, “El muladi”, aunque fue escrita mucho después) Fátima y Yasmina, primas, pero de muy diferente carácter y condición, como se verá. De las que una, Fátima, se convierte en la amante del rey (Una vez que este ha enviudado, había que guardar las apariencias) y la otra se casa con el conde Rodulfo (Personaje inventado, hijo de Julián, el amigo de Pelayo en la novela “Pelayo, rey”) para así conectar al futuro rey Silo con los personajes ficticios.
Junto con las cautivas musulmanas, su pariente (o servidor), un personaje taimado con labores de espia al servicio de Abderrahmán I. (Por aquellos años el último de los Omeyas había desembarcado en España y luchaba por instaurar en nuestras tierras un reino independiente de los califas Abbasidas que habían derrocado y asesinado a toda su familia, lo que continuaba manteniendo las tierras asturianas lejos de las ambiciones de los emires musulmanes)
Con todos estos ingredientes, un rey obsesionado con su amada, unos nobles recelosos, y unos espías emponzoñando las relaciones de unos y otros, transcurre la primera parte de la novela, en la que solo Silo y Adosinda parecen inocentes de ambición alguna, hasta que se desencadena el trágico final en el que Fruela mata a Vimara y es asesinado, a su vez, por los nobles (No desvelo nada, es pura historia), causando la subida al trono de Aurelio I

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