Una de las mayores dificultades con que me encontré en el momento de introducir en mis novelas las diferentes leyendas existentes sobre esos tiempos en la historia de España fue la referida a la de Bernardo del Carpio.
¿Cómo, en una serie de novelas sobre los inicios de la reconquista, iba a pasar por alto la batalla de Roncesvalles y la muerte de Roldan a manos de Bernardo del Carpio? Pero, al documentarme sobre la misma me encontré con varios anacronismos.
El ejército franco de Carlomagno, deseoso de aumentar los territorios que dominaba en la “Marca Hispánica” , y ante la petición de ayuda por parte de Suleimán ibn Yacdhan, al Arabí, un enviado del califa abbasida de Bagdad, que intenta recuperar las tierras que el Omeya Abderrahmán I, primer emir independiente de Al-Andalus ha arrebatado de su obediencia, cruza los Pirineos y marcha hacia el sur, derribando, a su paso, las murallas de Pamplona, capital de los vascones, para evitarse problemas en el caso de tener que retirarse. Pero, al llegar ante Zaragoza, su gobernador, Al-Husayn ibn Yahya, inicialmente conjurado con Al Arabí contra Abderrahmán, se arrepiente y se niega a entregar la ciudad como era lo acordado. Enfrentado a la posibilidad de un sitio prolongado y peligroso, y ante la llegada de noticias acerca de una rebelión de los sajones en otra de sus “marcas” (Territorios fronterizos con que el rey de los francos protegía sus tierras), Carlomagno decide abandonar la empresa y regresar a su reino; pero al atravesar eol desfiladero de Roncesvalles, una coalición de vascones y musulmanes ataca a su retaguardia causando una gran mortandad entre sus nobles, entre ellos su sobrino favorito, Roland (Rolando u Orlando).
Este hecho inspira el cantar de gesta francés “La Chanson de Roland” y el castellano “Romance de Bernardo del Carpio”
La batalla de Roncesvalles tuvo lugar en el año 778, cuando Alfonso II tendría unos 18 años, y unos cuatro o cinco años antes de que falleciese el rey Silo y su tía Adosinda intentase hacerle elegir como el nuevo soberano.
Pero en la serie de romances sobre Bernardo del Carpio, se le hace fruto de los amores ilegítimos del conde de Saldaña, Sancho Díez y de la hermana del rey Alfonso II, Jimena. Bernardo dedica su vida y sus hazañas a conseguir que el rey acceda a liberar a su padre, al que ha encerrado a causa de haber deshonrado a la princesa. Es obvio que Jimena, quien en la fecha de la batalla de Roncesvalles tendría menos de 17 años, no podía tener un hijo que, en esa fecha, fuese capaz de liderar a los vascones y matar al héroe francés Roland.
En un principio pensé en decantarme por una u otra historia para mi novela, pero la épica de Bernardo estrujando entre sus brazos a Roldán, ya que las espadas no conseguían penetrar en su armadura, era demasiado novelesca como para ignorarla. Y, puesto que mis novelas hablan de la Historia de España, no podía postergar a nuestro romancero ante un cantar de gesta francés. Por otra parte, introduciendo la historia de la seducción de Jimena daba un cierto protagonismo a esta princesa que, de no ser así, apenas aparecería en las páginas de la novela.
La solución que adopté fue introducir a dos Bernardos del Carpio, tío y sobrino; uno, el mayor, el vencedor en Roncesvalles, y otro, el menor, el hijo ilegítimo de Jimena; dando por hecho que, en el futuro, los juglares y cantores de gesta confundirían a ambos dada la similitud de sus nombres. Creo que la trama me salió bastante bien y tengo ganas que “La Cruz de los Ángeles” pueda publicarse para que los lectores me digan si estoy en lo cierto. (Aunque habrá que esperar a que lo hagan “La muralla esmeralda” y “El muladí”, ¿lo veré algún día? Ya me voy haciendo mayor…)
Y otro aspecto en el que (¡Increíblemente!) no había caído en ese momento y acabo de darme cuenta al escribir la entrada en el blog. Repito varias veces en mis novelas (y esa es la tesis de los historiadores) que la estirpe de Pelayo finalizó con Alfonso II “el casto”. (Aunque las leyendas dicen que Favila, al morir, dejó dos hijos de corta edad, nada se sabe con certeza de ellos). Pero si es cierto que Bernardo del Carpio (el joven, el del romancero castellano) es hijo, aunque ilegítimo, de Jimena, resulta que es tataranieto de Pelayo y sus descendientes lo serían, también, del héroe asturiano. ¡Mmmm! ¡Qué idea para una novela!
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