En los tiempos de la invasión islámica el jefe supremo de los musulmanes era el Califa Al-Walid. Fue él quien, a instancias de su subordinado Musa ibn Nusayr, decidió la invasión de la península. Pero, puesto que nunca se acercó a ella, solo sale en la novela por referencias.
Musa ibn Nusayr era el emir (gobernador) de Ifriquiya (Norte de África). Ante la petición de ayuda ejercida por el conde Julián en nombre de Oppas y sus sobrinos, los hijos de Witiza (según las leyendas), y tras la autorización de su superior el califa, organiza la invasión. En la novela se le presenta como ambicioso (y debió serlo, pues el califa le ordenó viajar a Damasco para rendirle cuentas, sospechando que se había apropiado de más de lo que le correspondía), como receloso (para no comprometer a sus tropas de élite, árabes llegados desde aquellas lejanas tierras, envió primero a uno de sus subordinados, Tarif ibn Malluk para reconocer el terreno y después a otro, Tarik ibn Ziyad, antiguo esclavo suyo y natural del norte de África, el auténtico conquistador, al mando de diez mil musulmanes, bereberes como él), envidioso (ante los triunfos de Tarik viaja en persona a la península para ser él quien reciba los honores del vencedor) y astuto (cuando los godos partidarios de los hijos de Witiza creen que los musulmanes victoriosos van a colocar a éstos en el trono y contentarse con la recompensa prometida, Musa les sorprende reclamando los territorios ganados para el Califa)
Tarik ibn Ziyad, al igual que su superior Musa, aparece poco en las páginas de la novela, y solo en las acciones que la historia y las leyendas le adjudican.
Abd al-Azziz, el segundo emir, hijo de Musa, sale un poco más porque se casa con la viuda de Rodrigo, Egilona y, según las leyendas, a instancias de ésta realiza acciones contrarias a sus costumbres y religión (utiliza una corona, hace que se inclinen ante él…) lo que causa su asesinato a manos de sus compañeros.
Los siguientes emires Al Hurr, Al Samah y Al Gafequi tienen poca intervención, y solo con los actos que de ellos se saben, bien por la Historia o bien por las leyendas.
El sexto emir, Ambassa, es (según algunos autores) el que gobierna en España cuando la rebelión de Pelayo y así lo consideramos en la novela.
Alqama, un jefe bereber, es el que manda el cuerpo expedicionario enviado por Ambassa para acabar con Pelayo y sus seguidores (treinta asnos salvajes, según las crónicas musulmanas).
Hemos dejado para el final al que le hemos reservado el papel del villano entre los villanos, Munuza. Gobernador de Gigia (Gijón), según las leyendas, su pasión por la hermana de Pelayo, Adosinda, es la causante en primer lugar de la rebelión de éste y, en definitiva, de la expulsión de los musulmanes de Asturias. El autor de la novela es consciente de que, con toda probabilidad, la historia de Munuza sea una invención de los cronistas basada en otro Munuza (éste real), que se casa con la hija del duque de Aquitania, Eudes, y se rebela contra su emir. Pero un Munuza ambicioso, concupiscente, cobarde y traidor quedaba muy bien como el último enemigo derrotado por nuestro héroe, y así decidimos finalizar la novela.
Por último, hay varios personajes sin importancia personal, pero que simbolizan la enemistad entre las dos grandes familias de tribus árabes que llegaron a la península, Qaysíes y Kelbíes, que tanto favoreció a los cristianos en los primeros años de la reconquista (Sin contar el odio entre ambas y los bereberes) Y que no son más que el precedente de las luchas entre Chiitas y Sunnitas que persisten en la actualidad.
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