En este apartado introduciremos a todos los Witizianos; El primero, el rey Egica, sale solo por referencias en los primeros capítulos, y no tiene importancia en la novela.
Su hijo, Witiza, sí es un personaje controvertido. Los relatos que tenemos sobre él, escritos en la España musulmana por autores mozárabes, hablan bastante bien de él, y lo mismo se puede decir de los escritores musulmanes (Y cómo no, si uno de ellos, ibn al-Qutia, era su bisnieto. Tengo prometido contar algunas anécdotas sobre éste y no lo olvido. Solo espero el momento adecuado) Sin embargo, los autores cristianos posteriores, que escriben años después bajo el gobierno de los sucesores de Pelayo, le hacen el paradigma de todos los defectos (Ambición, odio, concupiscencia, herejía, pues le acusan de ser proclive al arrianismo, etc.). Esto es completamente lógico. La mayor parte de los godos que permanecieron en la España sometida a los musulmanes pertenecían al grupo de los seguidores de Witiza, que eran los que habían pactado, a veces a su pesar, con los invasores; el arrianismo era una herejía que, al negar la naturaleza divina de Cristo, hacía más fácil la conciliación con las creencias islamistas (No olvidemos que Alá es el mismo Dios – Yaveh – de los judíos y de los cristianos; y que el propio Jesús es considerado un profeta por los musulmanes, aunque inferior a Mahoma). Por otro lado, los godos que huyeron a buscar refugio en tierras cristianas eran mayoritariamente los seguidores de Rodrigo, enemigos de los Witizianos, rey que, según la leyenda, había hecho asesinar al padre de Pelayo y había perseguido a éste. Naturalmente, puesto que Pelayo era mi héroe, acepté la versión de sus seguidores y cargué las tintas sobre Witiza, adoptando todos sus defectos, aunque dándole un cierto tinte de autoridad y valor para que fuera un adversario a la altura de nuestro protagonista.
Según las leyendas (aunque hay infinidad de versiones), Witiza tenía dos hermanos, Oppas y Sisberto. Tengo que reconocer que me divertí mucho al describirles, haciéndoles completamente diferentes entre sí. Oppas inteligente, astuto, algo cobarde… y Sisberto torpe hasta rozar la estulticia, pero enorme, fuerte y hábil con las armas. Tendría que ser así, para poder competir con Rodrigo, el mentor de nuestro héroe, tan majestuoso como Witiza, tan inteligente como Oppas y tan buen luchador como Sisberto, cualidades que, cuando Rodrigo se deja llevar por su “lado malo”, son heredadas por Pelayo convirtiéndole en el héroe capaz de las mayores proezas.
Hubo nobles godos que pactaron con los musulmanes y adoptaron su religión para conservar sus posesiones. Los más conocidos son el duque Casio y su hijo Fortún, que dieron origen a la poderosa familia de los banu Qasi, señores del valle del Ebro, y Teodomiro (Tudmir) en la región de Murcia.
Otros godos menos importantes aparecen por las páginas de la novela. Cuando, a petición de los editores, escribí el prólogo que tiene lugar en Tuy, aproveché para introducir a un witiziano, Sigmundo, y otro, Atanagildo, conde de Brigantium (Betanzos), seguidor de Rodrigo. Ambos, por sí o por sus descendientes, aparecerán en la siguiente novela, “La muralla esmeralda”, representando a las dos facciones.
Por último, casi al final de la novela aparece otro godo seguidor de Witiza, Berbio, por supuesto, ambicioso, cobarde y traidor (pertenece al grupo de los “malos”), aunque también adjudiqué esos defectos a un seguidor de Rodrigo, Astulfo. Quizá como contraposición a los dos “decanus” de Pelayo que olvidé citar en la entrada anterior, Alderico y Viterico, fieles y eficaces. Todos estos personajes secundarios aparecen para dar ocasión a que los protagonistas realicen sus acciones, y, sobre todo, porque la historia no la escriben solo los grandes hombres, sino también, y posiblemente más, los personajes anónimos (aunque en este caso si tengan nombre)
Y voy a citar aquí, aunque no sea el lugar que le corresponde, pues no era godo, a alguien que tiene una importancia capital, según las leyendas, en los acontecimientos históricos que justifican esta novela. El conde Julián, de Ceuta (Olbán según otros autores) era un bereber cristiano, vasallo de Witiza, que pertenece a ese bando por lealtad y que odia a Rodrigo por haber violado a su hija Florinda, y que, debido a eso, propicia la entrada en España de los mulmanes. A pesar de formar parte del grupo de los “malos”, no es un malvado, sino que sus actos están dictados por sentimientos loables (lealtad a su señor, amor a su hija…) y, sin embargo, es quien mayor parte tiene en la pérdida de España. Un ejemplo más de que todos los protagonistas son, independientemente de sus sentimientos, simples agentes del Destino.
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