18 de julio de 2018

Reyes Asturianos II; Pelayo (continuación)


Terminamos la entrada anterior contando como Pelayo, Rey finaliza con la entronización de Pelayo como rey de Asturias. Recuerdo que, en dicha novela, decía a su conclusión que “esto no es el FIN, sino el PRINCIPIO”, utilizando la clásica palabra con que se dan por finalizados los libros, junto con la idea de que así comenzaba la Reconquista que se iba a narrar en próximos volúmenes.
Pero la vida de Pelayo no terminaba aquí. Desde el año 722, fecha de la batalla de Covadonga, hasta el 737, en que falleció, presumiblemente de muerte natural, transcurrieron quince años en los que el naciente reino se fue consolidando. No tenemos ningún dato sobre Asturias en esa época, ni en las crónicas cristianas ni en las musulmanas, señal de que a los gobernantes cordobeses poco les importaba el pequeño reducto montañoso del norte de la península (lo que, sin duda, permitió al reino cristiano del norte sobrevivir en los primeros momentos en que solo eran unos grupos desorganizados alrededor de Cangas de Onís, la “Asturias primoriense” que nombran los cronistas) y que estaban más interesados en extender su conquista por el resto de Europa, lo que intentaron hasta que fueron detenidos en Poitiers por Carlos Martel, y que causó, años después, la amarga queja del anónimo autor del “Ajbar Machmuá” que escribió, refiriéndose a los tiempos del emir Ocba: “…sin que quedase en Gallicia alquería por conquistar, si se exceptúa la sierra, en la cual se había refugiado con 300 hombres un rey llamado Belay…//… hasta que quedaron reducidos a 30 hombres…//…Era difícil a los muslimes llegar a ellos y los dejaron, diciendo “30 hombres, ¿qué pueden importar?”. Despreciáronlos, por tanto, y llegaron al cabo a ser asunto muy grave, como, Dios (Allah) mediante, referiremos en el lugar oportuno.” Y, más adelante, narrando lo ocurrido durante el emirato de Yusuf al-Fihrí, escribe: “Los gallegos se sublevaron contra los muslimes y, creciendo el poder del cristiano llamado Pelayo, de quien hemos hecho mención al comienzo de esta historia, salió de la sierra…//…volviéndose a hacer cristianos todos aquellos que estaban dudosos de su religión…”.

Esta ausencia de datos me llevó, en un principio, a pasar por alto estos años y centrarme en escribir sobre los reinados, más documentados, de los reyes que van desde Fruela I, hasta Alfonso II, “el casto”. Pero la excelente acogida de la ya citada Pelayo, Rey llevó a la editorial a pedirme una continuación de la misma. Y me decidí a narrar el resto del reinado de Pelayo en una novela titulada La Muralla Esmeralda, en relación a la enhiesta y verde cordillera que protegió al Reino Asturiano en aquellos momentos en que aún no era lo bastante fuerte para enfrentarse militarmente a los emires cordobeses. Como en esos tiempos no hay ninguna reseña sobre campañas musulmanas en tierra asturiana, no relaté acciones bélicas (salvo una, inventada, pues no podía retratar al protagonista sin acometer gestas heroicas, y que narré haciendo la salvedad, con nota al pie, de que esas páginas pertenecían a la ficción, sin ninguna base histórica). Por lo tanto la novela describe a Pelayo como un gobernante preocupado por el bienestar de su pueblo, y a la corte asturiana como un lugar en que los jóvenes de la siguiente generación (Favila, los hijos de Pedro, Alfonso y Fruela y otros personajes inventados) se preparan, bajo la dirección de Pelayo para, en su momento, asumir las responsabilidades que les corresponda, mientras las jovencitas (la hija de Pelayo, Hermesinda; Brunequilda, la futura mujer de Favila; y otras inventadas) me daban pie para mezclar romances y aventuras.

Pero, con todo eso, la novela no tenía suficiente consistencia histórica y desperdiciaba la enorme cantidad de datos que nos dan las crónicas musulmanas sobre los acontecimientos ocurridos en esa época en las tierras dominadas por el emirato cordobés. Así que introduje una duda de Pelayo sobre si era buen momento para iniciar la reconquista de los territorios ocupados, o si llamar la atención de los musulmanes, en aquel momento más poderosos, podría ser fatal para el reino asturiano (ya vimos, en la crónica del “Ajbar machmúa” citada anteriormente, como la inacción en ese sentido hizo ganar un tiempo que, a la postre, resutó crucial para el resultado d ela Reconquista). Pelayo, prudentemente, envía una misión a tierras musulmanas, para lo que utilicé a personajes inventados (Julián, el amigo y cuñado de Pelayo que había compartido protagonismo en Pelayo, Rey; así como el astur Xinto y el godo Alarico que también tendrían papeles importantes en novelas posteriores), por lo que la mitad de la novela transcurre en el emirato cordobés, narrando hechos históricos auténticos.

Durante el desarrollo del libro asistimos a la muerte del duque Pedro de Cantabria (con una aparición inesperada del obispo Oppas), y a los fallecimientos por causas naturales de Adosinda, Gaudiosa, y, por fin, del propio Pelayo, con lo que finaliza la novela y las apariciones del primer rey asturiano en mis relatos.

A pesar de que, como he dicho, fue la propia editorial la que me sugirió redactar esta novela, no mostró interés en publicarla y quien lo hizo fue la editorial asturiana Sapereaude.

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