Aunque
hay quienes afirman que no existió, y
que es una leyenda, y otros que, aceptando su existencia, se inclinan porque
fue un caudillo de los astures, rebelde contra los musulmanes como éstos lo
fueron también contra los godos y, anteriormente, contra los romanos; la mayor
parte de los historiadores aceptan (con reservas) lo afirmado en las crónicas
del siglo IX, los documentos más antiguos que nos hablan del tema, aunque escritas
más de cien años después de que ocurriesen.
Vamos
a ver qué nos dicen las crónicas más antiguas, concretamente la de “Alfonso
III” y la “Albeldense”, por parte cristiana, y el “Ajbar machmuá” por parte
musulmana:
Para la Crónica de Alfonso III utilizaremos:
Las dos
versiones en latín
(sebastianense y rotense)
que proceden de Juan
Gil Fernández,
Crónicas asturianas, Oviedo,
Universidad de Oviedo, 1985. pp. 114-149 y 151-188.
La
versión “ad Sebastian” es bastante concisa
respecto a sus orígenes, aunque luego se extiende mucho en la batalla de
Covadonga, que estudiaremos en la próxima entrada. Y nos habla también de sus
consecuencias y de la definitiva liberación del reino asturiano.
“Goti uero partim gladio, partim fame
perierunt. Sed qui ex semine regio remanserunt, quidam ex illis Franciam
petierunt, maxima uero pars in patria Asturiensium intrauerunt sibique Pelagium filium quondam Faffilani ducis ex
semine regio principem elegerunt”.
(Crónica
de Alfonso III, “ad Sebastian”)
“Per idem tempus in hac regione
Asturiensium in ciuitate Gegione prepositus Caldeo rumerat nomine Munnuza. Qui
Munnuza unus ex quattuor ducibus fuit qui prius Yspanias oppresserunt.
Itaque dum internicionem exercitus gentis
sue conperisset, relicta urbe fugam arripuit. Quumque Astores persequentes eum
in locum Olaliense repperissent, simul cum exercitu suo cum gladio deleuerunt,
ita ut ne unus quidem Caldeorum intra Pirinei portus remaneret”.
(Crónica
de Alfonso III, “ad Sebastian”)
Y, para
su traducción, disponemos de la de Nicolás Castor de Caunedo, “Un Cronicón del
siglo IX”, en Semanario Pintoresco Español,
22 (28 de mayo de 1854), pp.
169-173. Basada en la versión
sebastianense, se ha modificado la ortografía y algún otro detalle.
“Los godos sucumbieron, unos al filo de la
espada y otros a los impulsos del hambre. Sin embargo, algunos de regia estirpe
se salvaron, dirigiéndose a Francia, y otros, la mayor parte, penetraron en el
país de los astures, y eligieron por su
príncipe a Pelagio, hijo del duque Favila
y de sangre real”.
“Por este mismo tiempo había en esta región de
Asturias, en la ciudad de Gijón, un prepósito de los caldeos, que tenia por
nombre Munuza, que fue uno de los cuatro capitanes que primero invadieran las
Hispanias.
Tan luego llegó a saber la matanza del
ejército, abandonó la ciudad y se puso en fuga, mas persiguiéndole los astures,
le alcanzaron en el lugar Olaliense y le acuchillaron con todo su ejército, de
tal manera que ni uno solo de los caldeos quedó aquende de los puertos del
Pirineo”.
La versión “Rotense” es mucho más extensa y nos
cuenta detalles de por qué Pelayo se rebeló.
“Per
idemferre tempus in hac regione Asturiensium prefectus erat in ciuitate leione
nomine Munnuza conpar Tarec. Ipso quoque prefecturam agente, Pelagius quidam, spatarius Uitizani et
Ruderici regum, dicione Ismaelitarum oppressus cum propria sorore Asturias
est ingressus. Qui supra nominates Munnuza prefatum Pelagium ob occassionem
sororis eius legationis causa Cordoua misit; sedantequam rediret, per quodam
ingenium sororem illius sibi in coniungio sociauit. Quo ille dum reuertit,
nulatenus consentit, set quod iam cogitauerat de salbationem eclesie cum omni
animosi tateagere festinauit. Tune
nefandus Tarec ad
prefatum Munnuza milites
direxit, qui Pelagium conprehenderent et Cordoua usque
ferrum uinctum perducerent. Qui dum Asturias peruenissen tuolentes eum fraudulenter conprendere, in uico cui
nomen erat Brece per quendam amicum Pelagium manifestum est consilio Caldeorum.
Sed quia Sarrazeni plures erant, uidens se non posseeis resistere de inter
illis paulatim exiens cursum arripuit et ad ripam flubii Pianonie peruenit.
Queforis litus plenum inuenit, sed natandi adminiculum super equum quod sedebat
ad aliam ripam setrantulit et montem ascendit. Quem Sarrazeni persequere
cessaberunt. Ille quidem montana petens, quantoscumque ad concilium properantes
inuenit, secum adiuncxit adque ad montem magnum, cuinomen est Aseuua, ascendit
et in latere montis antrum quod sciebat tutissimum se contulit; ex quaspelunca
magna flubius egreditur nomine Enna. Qui
per omnes Astores mandatum dirigens, inunum colecti sunt et sibi Pelagium
principem elegerunt”.
(Crónica
de Alfonso III, “rotense”)
Aquí no
disponemos en este momento de traducción, y no domino lo suficiente el latín
como para hacerlo extensamente, pero se puede leer que Pelayo era espatario
(Una especie de guardia real) de los reyes Witiza y Rodrigo. Que fue enviado
prisionero a Córdoba porque el gobernador musulmán de Asturias, Munuza, quería
casarse con su hermana. De allí se escapó y fue elegido jefe por los astures que
luchaban contra los invasores. Debemos entender por astures todos los que vivían
en Asturias, tanto descendientes de los godos como hispanos o los propios indígenas
(originarios del país de que se trata
según la RAE).
En la crónica Albeldense utilizaremos también el mismo traductor.
33.
Uittizza rg. ab. X. Iste in uita patris in Tudense hurbe Gallicie resedit. Ibique Fafilanem ducem Pelagii patrem,
quem Egica rex illuc direxerat, quadam occasione uxoris fuste in capiteper cussit,
unde post ad mortem peruenit. Et dum idem Uittizza regnum patris accepit,
Pelagium filium Fafilanis, qui postea Sarracenis cum Astures reuellauit, ob
causam patris quam prediximus,ab hurbe regia expulit. Toletoque Uittiza uitam
finiuit sub imperatore Tiberio
XV.
ITEM NOMINA REGUM CATOLICORUM LEGIONENSIUM
1.
Pelagius filius Ueremundi nepus Ruderici
regis Toletani. Ipse primus ingressus est inasperibus montibus sub rupe et
antrum de Aseuba.
ITEM
ORDO GOTORUM OBETENSIUM REGUM1. Primum
in Asturias Pelagius rg. in Canicas an. XVIIII. Iste, ut supra diximus, a
Uittizzan crege de Toleto expulsus Asturias ingressus. Et postquam a Sarracenis
Spania occupata est, isteprimum contra eis sumsit reuellionem in Asturias,
regnante Iuzep in Cordoba et in Iegione cibitate Sarracenorum iussa super
Astures procurante Monnuzza. Sicque hab eo hostis Ismahelitarum cum Alcamane
interficitur et Oppa episcopus capitur postremoque Monnuzza interficitur.
Sicque ex tunereddita est libertas populo Xpiano. Tune etiam qui remanserunt
gladio de ipsa oste Sarracenorum inLibana monte ruente iudicio Dei opprimuntur
et Astororum regnum diuina prouidentia exoritur.Obiit quidem predictus Pelagius
in locum Canicas era DCCLXXVª..
33. Vitiza, reinó diez años. En
vida de su padre residió en Tudem, ciudad de Gallecia. Allí el Duque Fatilano, padre de Pelagio, a quien el rey Égica
había desterrado, murió de resultas de un golpe que Vitiza le dio en la cabeza
a causa de su mujer, y luego que Vitiza sustituyó a su padre en el trono,
Pelagio, hijo de Fatilano, que después se levantó con los asturianos contra los
sarracenos, fue también desterrado de la ciudad real por el motivo de su padre
que arriba hemos dicho. Vitiza acabó su vida en Toleto, siendo emperador
Tiberio.
CRONOLOGÍAS
DEL REINO DE ASTURIAS Y OTROS
XV.—Siguen
los nombres de los reyes católicos leoneses.
- Pelagio,
hijo de Veremundo, sobrino de Roderico, rey toledano. Fue el primero que vino a los montes
de Asturias, y se ocultó en la cueva de Ánseba
Sigue el orden de los reyes godos ovetenses.
1. El primero que reinó en
Asturias, fue Pelagio, que
residió en Canicas diecinueve años. Expulsado de Toleto por el rey Vitiza,
entró en Asturias después que los sarracenos ocuparon a Spania. Reinando Juzeph
en Córdoba, y Mounuza en la ciudad de Gegio (donde le pusieron los sarracenos
para dominar a los asturianos). Pelagio
se rebeló antes que otro alguno en Asturias. Destruyó a los Ismaelitas, quedó
muerto su general Alcamano, y prisionero el obispo Opa. Por último, Mounuza
también perdió la vida, y el pueblo cristiano recobró la libertad. Los que
delejército sarraceno escaparon de la espada, fueron por juicio de Dios
oprimidos y sepultados por elmonte Libamina, y el reino de los astures quedó
erigido por la divina Providencia. Murió el referido Pelagio en el lugar de
Canicas en la Era 775
Esta
crónica nos cuenta también varios aspectos de la rebelión de Pelayo, y de su
vida anterior, aunque diferentes de los narrados en la “Rotense”; coincide con
la “ad Sebastian” en hacer a Pelayo de sangre real, y, curiosamente, nos da dos
versiones diferentes del nombre del padre de Pelayo: Fatilano (Faffilanem), coincidente con el
“Favila” que nombra la versión “ad Sebastian” de la crónica de Alfonso III (la
“rotense” no nos dice nada acerca de este punto), y Veremundo, sobrino (él, o
el propio Pelayo) del rey Rodrigo.
Las
crónicas musulmanas, también citan, aunque muy de pasada a Pelayo, al que
denominan “Belay”. Veamos el “Ajbar machmuá”, en traducción de don Emilio
Lafuente Alcántara, que nos cuenta, relatando el acceso al gobierno de
al-Andalús del emir Ocba ibn al-Haddjjad:
“Recibió, en efecto, el gobierno de España,
viniendo en 110 y permaneciendo en ella algunos años, durante los cuales
conquistó todo el país hasta llegar a Narbona, y se hizo dueño de Galicia,
Álava y Pamplona, sin que quedase en Galicia alquería por conquistar, si se
exceptúa la sierra, en la cual se había
refugiado con 300 hombres un rey llamado Belay (Pelayo), a quien los
musulmanes no cesaron de combatir y acosar, hasta el extremo de que muchos de
ellos murieron de hambre; otros acabaron por prestar obediencia, y fueron así
disminuyendo hasta quedar reducidos a 30 hombres, que
no tenían 10
mujeres, según se
cuenta. Allí permanecieron encastillados, alimentándose de miel, pues
tenían colmenas y las abejas se habían reunido en las hendiduras de la roca.
Era difícil a los muslimes llegar a ellos, y los dejaron, diciendo: «Treinta
hombres, ¿qué pueden importar?»”
Como
resumen a la existencia e identidad de Pelayo, creo (y no soy historiador, por
lo que lo único que hago es estudiar los trabajos de los que sí lo son) que
podemos aceptar que existió, que fue un godo que se refugió en Asturias (como
tantos otros) huyendo de la invasión musulmana, tuviera o no anteriormente
posesiones o intereses en esa tierra; y que encabezó la rebelión (poco más fue
al principio) de los cristianos contra los musulmanes, siendo elegido como jefe
por sus compañeros.
Posteriormente,
las crónicas de Alfonso III, interesadas en magnificar la figura de los
antecesores (aunque no ascendientes, porque no había relación genealógica
directa entre dicho rey y Pelayo, aunque en la última de mis novelas me invento
una trama en que sí la hay) del monarca reinante, hacen que (en la version “ad
Sebastián”) Pelayo descienda de los reyes godos (sea esto cierto o no),
mientras que en la “rotense”, obviando ese dato, se cita a Pelayo como un
simple “espatario” (guardia real) de los reyes Witiza y Rodrigo (lo que no
afirma ni niega que tuviera la susodicha sangre regia), y hace hincapié en la
novelesca historia de que Pelayo, al oponerse a la boda de su hermana con el
gobernador musulmán de la zona, Munuza (historia ésta, quizá, inspirada en la
boda de otro gobernador musulmán, también de nombre Munuza, con la hija del
duque de Aquitania, Eudes), fue enviado por éste como preso a Córdoba, de dónde
se escapó, volvió a Asturias y comenzó la rebelión contra los musulmanes,
siendo elegido jefe por sus compañeros.
Y la
“Albeldense”, quizá para justificar que Pelayo fuese partidario de Rodrigo
contra Witiza, hace mención a que éste, en vida de su padre Egica, había matado
de un golpe en la cabeza al padre de Pelayo, el duque Favila, “a causa de su
mujer”
¿Y cómo
relato, en mis novelas, éstos hechos?
En
principio acepto todo lo que dicen las crónicas, sea o no real, porque son los
datos que tenemos y, además, tienen valor novelesco y encajan bien en el
personaje (su personalidad la construí a partir de esos datos).
Un apunte
curioso, la frase de la “Albeldense”, acerca de la muerte de Favila, el padre
de Pelayo, sucedida a manos de Witiza “a
causa de su mujer” permite múltiples interpretaciones. A primera vista,
parece que podría tratarse de que el poderoso Witiza, el duque de Gallaecia e
hijo del rey Egica, desease a la esposa de Favila y, para conseguirla, matase
al marido. Pero eso no es demasiado elogioso para los padres de quien consideré
el primer rey asturiano. Estaba la opción, mucho más novelesca, de que fuese Favila
quien intentase seducir a la esposa del rey, y, al sorprenderle, Witiza le
matase. Pero esto dejaría a la madre de Pelayo como una “engañada”, a no ser que
ya hubiese fallecido. En las dudas, en la primera redacción de esta novela,
cuando aún pensaba denominarla “La Cruz de la Victoria”, decidí ignorar esta
situación y comencé la novela con un prólogo en unas posesiones (imaginarias)
que el duque Favila tenía cerca de Proaza y dónde Pelayo, a la sazón un
adolescente, recibía la noticia de la muerte de su padre. Con un sentido cíclico
de la trama, la novela concluía con un epílogo, cerca de ese mismo sitio, en el
que Pelayo, después de la victoria de Covadonga, liberaba definitivamente
Asturias de la dominación musulmana, hecho relatado también en las crónicas de
Alfonso III, coincidentemente en ambas versiones:
“Qui Munnuza unus ex quattuor ducibus fuit
qui prius Yspanias oppresserunt.Itaque dum internicionem exercitus gentis sue
conperisset, relicta urbe fugam arripuit.
QuumqueAstores persequentes eum in locum
Olaliense repperissent, simul cum exercitu suo cum gladiodeleuerunt, ita ut ne
unus quidem Caldeorum intra Pirinei portus remaneret”.
(“Por
este mismo tiempo había en esta región de Asturias, en la ciudad de Gijón, un
prepósito de los caldeos, que tenia por nombre Munuza, que fue uno de los
cuatro capitanes que primero invadieran las Hispanias.
Tan luego
llegó a saber la matanza del ejército, abandonó la ciudad y se puso en fuga,
mas persiguiéndole los astures, le alcanzaron en el lugar Olaliense y le
acuchillaron con todo su ejército, de tal manera que ni uno solo de los caldeos
quedó aquende de los puertos del Pirineo”).
Al
revisar el texto, previamente a su publicación, por consejo de los editores (Imágica
Ediciones), volví a tocar el tema de la muerte del padre de Pelayo, aunque,
para evitar cualquier implicación no demasiado positiva (según me indicaron, no
solo el protagonista, sino sus allegados, deberían ser irreprochables), hice
que Favila, años después de quedarse viudo, se hubiese enamorado de una noble
goda a la que también cortejaba Witiza; y que éste, por celos, le matase. Para esto,
abandoné mi idea de dar a la trama un carácter cíclico, hice un prólogo en Tuy
en que contaba ese luctuoso hecho y pasé el prólogo anterior al primer capítulo;
convertí el epílogo anterior como último capítulo, y redacté un epílogo con su
proclamación como rey (imaginaria, aunque ya presente en leyendas como la del “Campo
de la jura” o “el Repelao”), para justificar el nuevo título sugerido por los
editores (Pelayo, rey), con el que se publicó y con el que la conocen mis lectores.
Y, a
continuación, como prometí, transcribo algunos párrafos de la novela, relativos
a ese prólogo, y a la (imaginada) descendencia de Pelayo de los reyes godos.
Relativos a la muerte de Favila:
“Cuando ambos godos hubieron salido al
exterior, en el que la tormenta había cesado y solo quedaban rastros de ella en
los encharcados suelos, y tras cerciorarse de que no había nadie por las
cercanías que pudiera escucharles, Atanagildo tomó del brazo a su amigo y, en
voz baja, le dijo:
- Oye, Fáfila. Hay un rumor que ha llegado
a mis oídos y que me preocupa. Espero que no sea cierto, pero se dice que la
mujer en quién has puesto tus ojos es...
- La mirada de Atanagildo se cruzó con los
ojos azules, inusualmente serios y tristes, del conde de Lucus Asturum y se
interrumpió.- ¡Cielos! ¡Fáfila, no! La amante del duque...
- Ya no es su amante.- Contestó con voz
suave Fáfila.
- No es eso lo queWitiza piensa. Amigo
mío, desde que enviudaste te has dedicado a perseguir a todas las mujeres
hermosas que se ponían a tu alcance, y tu fama es merecida, pero esta vez picas
demasiado alto. No sabes a lo que te arriesgas...
- Lo se perfectamente, Atanagildo. Esta
vez es diferente. Ganar a Witiza en una lid amorosa puede ser tentador, pero no
estoy loco, no arriesgaría mi vida por una simple cuestión de presunción.
Conocí a Lutgarda en una comida al principio del verano, cuando el duque nos
reclamó, y me enamoré de ella. Y ella, al menos así creo, también de mí. Seguí
viéndola, a escondidas, y he comprendido que no puedo vivir sin ella. No,
Atanagildo, hay fuegos que no se apagan, ni con las persistentes lluvias de
estas tierras...- Concluyó, con voz a la vez triste e ilusionada, Fáfila.
- Pero pertenece a Witiza... - Objetó su
amigo.
- Lutgarda no pertenece a nadie. Es una
mujer libre, y de familia noble, además. Puede elegir su destino.
- No es eso lo que cree nuestro duque. Él
opina que todo lo que hay en Gallaecia es de su propiedad.
- No me importa. Esta noche hablaré con
ella. Y si, como creo, sus sentimientos son como los míos, la convenceré para
que mañana, después de la reunión, se venga conmigo. A mis tierras de Asturias.
Una vez allí, que Witiza vaya a buscarla, si se atreve”.
Y:
“No lo sabremos nunca, pues en ese momento
la puerta de la habitación se derrumbó con estrépito y media docena de soldados
penetraron en la estancia al mando de Sigmundo y del hermano del duque,
Sisberto (la fama de experto luchador del conde de Lucus superaba, incluso, a
su prestigio de conquistador). Tras ellos en un rostro enmarcado por una
cuidada barba negra, relucían con odio los ojos fríos y crueles de Witiza, hijo
de Egica y duque de Gallaecia”.
Respecto al origen de Pelayo,
nuestro protagonista, antes de conocer la muerte de su padre, después de tener
un combate de entrenamiento con su amigo Julián:
“- Soy un godo - Contestó el otro. - Soy
godo y soy noble. Mi padre es dueño de todo lo que ves. Y de mucho más. Es
dueño de tierras y palacios, de siervos y de guerreros. Es dueño hasta de tu
padre, aunque su relación con él, al igual que la mía contigo, no sea la de
posesión, sino la de amistad. - Al decir esto posó su mano sobre el antebrazo
de su compañero. El gesto contrastaba por su ternura con el encarnizamiento de
la lucha sostenida momentos antes.
- Los godos somos los dueños de Hispania -
continuó. - Pero somos pocos. Y lo que poseemos tenemos que mantenerlo con las
armas en la mano. Así lo hemos hecho siempre, desde que el Emperador Honorio
concedió esta tierra a nuestro rey Ataulfo. Y luchando, y venciendo, es como
Leovigildo aniquiló a los Suevos, Sisebuto expulsó a los Bizantinos y mi
bisabuelo Chindasvinto consolidó el Reino. Es nuestro destino, Julián, luchar
siempre. Luchar y vencer. Porque el día en que nos derroten, no podremos
sobrevivir”.
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