2 de julio de 2011
Estatuas de reyes II, el Retiro. García I
Comencé mi paseo por el parque del Retiro. Iba con mucha ilusión, y, después de aparcar en la calle Alfonso XII, comencé mi andadura por el paseo de Argentina, lugar en que se encuentran las citadas estatuas. Subí hacia el estanque por la margen derecha de dicho paseo (el lado sur) y fui comprobando que todas las estatuas correspondían, bien a reyes visigodos anteriores a los que citaba en mis novelas, o bien a monarcas de los reinos cristianos de la Reconquista, posteriores a la época estudiada en mis libros. Comenzando a desencantarme, volví por el lado opuesto y, en el tercer lugar encontré la estatua que encabeza esta entrada.
Corresponde a García I, primer rey de León, hijo primogénito de Alfonso III de Asturias. Y la historia de cómo este gran rey asturiano fue derrocado por sus propios hijos, que se repartieron sus estados está narrada en la novela “La Cruz de la Victoria”, quinta de mi serie, que verá la luz en su momento (espero)
En la novela retrato a García como un adolescente enfermizo, ambicioso, dominado por su suegro Munio Núñez, conde de castilla; y posiblemente me acerque mucho a la verdad. Fue el que, al ser encerrado por su padre en el castillo de Gauzón, acusado de conspirar para asesinarle (en la novela no se le hace del todo culpable, y en la realidad, no se sabe), es la causa de la rebelión de sus hermanos y la partición del reino. García I escoge quedarse con León, por ser la parte más próspera del reino, y, al morir sin herederos, en 913 o 914, su hermano Ordoño, haste ese momento rey de Galicia, le sucede como rey de León y Galicia. A la muerte de Ordoño II, aunque este monarca tenía hijos, es proclamado el tercero de los hermanos, Fruela, que hasta ese momento había reinado en Asturias, aunque subordinado al rey de León, como monarca de todo el reino que vuelve a unirse de este modo.
Y, como curiosidad, publico otra imagen de este rey, esta vez pictórica, que en nada se parece a la estatua, y que podemos ver encima de ella.
Y ninguna estatua más, que corresponda a mis novelas, encontré en el retiro. La plaza de Oriente fue otra cosa que se verá en próximas entradas.
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