El comienzo del reinado de Alfonso III es dramático y desalentador. El reino en expansión creado por su padre, Ordoño, parece comenzar a desmoronarse.
A la derrota de la “Hoz de la Morcuera” en el año 864 d.C. (En realidad fueron dos las campañas de Abderrahmán, el hijo de Mohamed – Este Abderrahmán no pasó a la historia como los otros muchos Abderrahmán que gobernaron en Córdoba. – y su general Abd al Malik, en los años 863 y 865, pero en la novela explico que, para no cansar a los lectores, decidí fundir las dos campañas en una sola, dado que el desarrollo y el resultado final de ambas fueron semejantes), hubo que añadir la muerte de su tío y mentor, Gatón, la de su padre, el rey Ordoño, y su deposición por el conde de Lugo, Froilán Bermúdez.
De todas estas adversidades, ayudado por sus “fideles”, sale vencedor Alfonso y, ayudado porque el emir Mohamed tiene que hacer frente a numerosas rebeliones en su territorios (Los “Banu qasi”, los mozárabes y muladíes de Toledo, el muladí ibn Merwan, “el gallego” en Mérida, etc,), retoma la política de expansión de su padre, llevando la frontera hasta el Duero, tanto en su parte occidental, en la que destaca Vimara Pérez, fundador de “Castro Guimaraes”, dinastía que, años después, dará origen al reino portugués, como en la oriental, donde los condes de Castilla, Rodrigo, y su hijo Diego, edifican numerosas fortalezas que darán nombre a esas tierras.
Todo parece estar de cara para los cristianos en esos años, pero, como se verá, todo puede cambiar en un instante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario