Tras el prólogo ya relatado, en que Alfonso III, una vez destronado por sus hijos peregrina a Santiago y se deja invadir por sus recuerdos, la primera parte de la novela, con el título de “El príncipe” (No olvidemos que el protagonista será dicho Alfonso III, y que ese sería su título en su niñez), nos lleva a la corte de Ramiro I, en la que asistimos (brevemente, pues se mantiene mi intención de respetar lo escrito por Fulgencio Argüelles en sus “Los clamores de la tierra”, en los que narra lo sucedido bajo el reinado de ese monarca) al castigo de Nepociano por haber intentado ursurpar (o tal vez, no; la historia la escriben los vencedores) el trono de Oviedo, a las incursiones vikingas, a la difícil relación con los reyes navarros, que no aceptan a los asturianos como únicos continuadores del reino godo, y a la coronación, a la muerte de Ramiro, de su hijo Ordoño como rey de Asturias, acabando, esta vez definitivamente, con la costumbre visigoda de elección del monarca por los notables del reino.
También nos asomaremos a la corte de Cordoba, en la que el emir Abderrahmán II, dominado por el teólogo Yahya ibn Yahya, el visir Nasar, el músico Ziryab y, sobre todo, por su favorita Tarub, pasa los últimos años hasta que, en una trama perfectamente novelesca, a su muerte es sucedido, no por el hijo de Tarub, Abd Allah, sino por su primogénito Mohamed que, disfrazado de mujer, entra en su harén para recibir de manos del moribundo el anillo símbolo de su autoridad. (Aunque, como se explica en la novela, esta historia está contada con mucho más detalle en la casi contemporánea “Los mozárabes”, de la que también hablaremos más adelante).
Durante esta primera parte asistimos a la educación de Alfonso como futuro rey, llevada a cabo, además de por su padre, el prudente rey Ordoño II, por sus tíos Gatón y Rodrigo. Y se van dejando caer referencias a dos ciudades que tendrán importancia en la historia real de este rey, Zamora, a la que repobló, y León, a la que preparó para ser la futura capital.
También conoceremos a Musa ibn Musa, nieto de Fortún y bisnieto del conde visigodo Casio, quien, desde sus dominios de Tudela, a veces a las órdenes del Emir de Córdoba y otras rebelándose contra él, llega a dominar todo el valle del Ebro y a autodenominarse “el tercer rey de España”. Ya hemos hablado en anteriores entradas de este muladí, y él y sus hijos, y sus relaciones con la corte Asturiana tendrán una intervención importante en la trama de esta novela.
Igualmente, aparece en las páginas de la novela, “La Caja de las ágatas”, que le iba a dar título, como parte del botín capturado a Musa por Ordoño en la batalla de Albelda, y que se encuentra con la tapa estropeada (Los expertos creen que la tapa de la caja es de época posterior al resto, así que había que preparar el terreno)
Y, por último, y tras varias vicisitudes que no cuento aquí, para incitar a los posibles lectores a que compren la novela cuando se publique, el príncipe Alfonso se convierte en Alfonso III de Asturias sucediendo a su padre Ordoño y dando pie a la segunda parte del libro, que comentaremos en una próxima entrada.
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