8 de marzo de 2011

Una Pausa

Hagamos una pausa en este repaso, por orden de su situación en la Historia de España, de mis novelas. Hemos visto la primera (Pelayo, rey), la segunda (La Muralla esmeralda), la tercera (El Muladí) y la cuarta (La Cruz de los Ángeles). Llegados a este punto, y ante la próxima publicación de la segunda, tema del que hablaremos más extensamente cuando tenga más seguras una serie de circunstancias, he dedicado una parte de mi tiempo a la corrección de esa para su redacción definitiva. Pero, como ya he dicho en varias ocasiones, escribí “La Muralla esmeralda después del Muladí, y ésta después de “La Cruz de los Ángeles” cuando el orden cronológico era precisamente el inverso. Eso, unido a que habían pasado varios años entre la realización de una y la de la anterior/siguiente, causó varias incongruencias. La principal, la de las edades de los hijos de Pelayo (Favila y Hermesinda), Pedro de Cantabria (Alfonso y Fruela) y el personaje inventado, coprotagonista de “Pelayo, rey”, Julián (Rodulfo e Isidoro); principalmente Rodulfo a quien, al escribir “El Muladí”, le hice algo mayor que sus primos y luego, en “La Muralla esmeralda”, no recordando ese detalle, le describí como algo más joven. (Al ser un personaje inventado no estaba condicionado por la verdad histórica)
Bien, tenía que corregir algo, y la duda era cuál de las dos novelas había que cambiar. Lo dudé un tiempo, pero envejecer a Rodulfo en “La muralla esmeralda” obligaría a reescribir casi todos los capítulos (Aunque estamos hablando solo de unos pocos años), y, sin embargo, cambiando algunas frases en “El muladí” se podía hacer que Rodulfo no fuese el hombre maduro que se había descrito en un principio. Ya cité, creo, en alguna entrada anterior, como sustituyendo “El conde Rodulfo, con la sensatez propia de sus muchos años…” por “El conde Rodulfo, con una sensatez impropia de sus pocos años…” se conseguía el efecto deseado.
También en “El Muladí” Rodulfo era presentado (Y esto era esencial en la trama) como habiendo enviudado hacía poco. Afortunadamente, en “La Muralla esmeralda” describo la muerte de Brunequilda, la mujer de Rodulfo (otro personaje inventado, naturalmente), así que bastó con decir “Había enviudado hacía tiempo” en vez de “su esposa había fallecido el año pasado” para que todo cuadrase.
Y, por fin, para acabar con esta serie de incongruencias (Hubo muchas más, pero no es caso de contarlas todas aquí), en el Muladí, a la muerte de Rodulfo, se hace cargo de su hacienda su hermano Marcelo. Pero en “La Muralla esmeralda”, Julián solo tiene dos hijos, Rodulfo e Isidoro. Y este último se hace monje (en ambas novelas y con importancia en la trama). Después de pensarlo, la solución más sencilla fue hacer a Marcelo no hermano, sino primo y, aunque no sale en “La muralla” (Habría que haber vuelto a escribir algunos capítulos), sí que pude situarlo nombrando a su padre que, afortunadamente, salía en “Pelayo, rey”, aunque al escribir esta novela no pensaba que esta rama de la familia fuese a tener importancia posterior.
Bien, ahora me toca seguir revisando la quinta novela, la que ahora se llama “La Cruz de la Victoria”. Y como es también la que corresponde en esta serie de entradas en el blog, de ella hablaremos en la próxima.

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