Habíamos
hablado en las entradas anteriores de las novelas publicadas e, incluso, de la
que verá la luz próximamente: Acerca de la primera de
ellas, Pelayo, Rey, poco hay que no conozcan mis lectores. Después de 7 años de
haberla escrito, (se concluyó y la inscribí en el registro de la
propiedad intelectual, aunque con el nombre de La Cruz de la Victoria, en
1997), se publicó, en una primera edición de tapa dura, por Imágica ediciones,
en 2004. A la que le siguió una segunda, ya en tapa blanda, en 2006, otra en
2008 y otra más en 2013. En 2015 la misma editorial realizó una nueva, dentro
de su colección de novela histórica.
Entretanto, y ahora no recuerdo la fecha con exactitud,
también fue editada por el Círculo de Lectores.
Como Imágica no mostró interés (y a día de hoy no comprendo
por qué, ya que su difusión fue bastante buena) por publicar las siguientes, me
dirigí a la editorial Sapere Aude, de Gijón, quien publicó en abril de 2011 La
Muralla Esmeralda, en versión física y digital (también Pelayo, Rey en versión
digital). En junio del mismo año El Muladí. Y en el 2015 La Cruz de los
Ángeles. En estos casos la difusión no fue tan extensa, pues esta editorial no
hace publicidad ni trabaja con distribuidores, sino que las pone a la venta en
su página web, mientras que yo me comprometo a adquirir un número determinado
de ejemplares, que luego distribuyo en mis presentaciones. Y, últimamente, sus
condiciones se endurecieron notablemente, demostrando no demasiado interés en
continuar con nuestra colaboración, por lo que, como ya dije en la entrada
anterior, la siguiente, La Estirpe de los Reyes, será publicada (D.m.) por la
Editorial Temperley.
Pero no solo por eso no quedé tan satisfecho de esas tres
novelas como de la primera (de la quinta, ya hablaremos cuando se
publique), sino que, después de releerlas varias veces (algo obligado cuando
estaba escribiendo La Estirpe, que transcurría a la vez que ellas), no podía
quitarme de encima la sensación de que no estaban al nivel de Pelayo, rey. Y me
puse a intentar averiguar los motivos.
Dejando aparte lo que pueda ser achacado a mi elaboración
de la trama y a mi redacción (aspectos ambos en los que prometo esmerarme más
en lo sucesivo), y a las correcciones posteriores, que la editorial Sapere Aude
no llevaba a cabo, dejándome a mí una tarea para la que no estoy suficientemente
preparado, llegue a la conclusión de que había otros motivos por los que su
calidad no llegaba a la altura que me hubiera gustado y que se les podía exigir.
Uno de ellos, quizá el principal, era la personalidad de
sus protagonistas. En Pelayo, rey, don Pelayo llenaba por sí solo todos los capítulos,
estando presente aún en aquellas escenas en las que no aparecía físicamente. Aunque
yo hice mis esfuerzos en dotar de un carácter interesante, tanto a su
compañero, Julián, personaje totalmente inventado, como a su esposa Gaudiosa
(de la que nada, aparte de su nombre, se sabía, por lo que también se puede
considerar como alguien perteneciente a mi imaginación), o al rey don Rodrigo
(del que sí la historia o, mejor, las leyendas, me habían dado abundantes
datos), entre sus colaboradores; y a Oppas y Witiza entre sus enemigos, no eran
comparables, ni d elejos, al protagonista.
Sin embargo, en La Muralla Esmeralda, al no tener ningún dato
sobre el rey Pelayo en esos momentos, el peso de la acción recaía especialmente
en su compañero, Julián, en el godo Alarico, en el astur Xinto, todos
inventados, y en una serie de personajes secundarios, que, posiblemente, no
fueran capaces de seducir al lector como lo había hecho el iniciador de la
Reconquista en la novela anterior.
En el Muladí toda la trama giraba en torno a Abdul, un
personaje ficticio representante de ese grupo social y racial, mientras que los
personajes reales que transcurrían por las páginas tenían mucha menor
importancia. Sin duda, a pesar de mis esfuerzos por dotar de una personalidad
atrayente al protagonista, no lo conseguí, o, al menos, no en la medida de lo
que yo hubiera deseado (y me considero capaz de hacer).
Y, en La Cruz de los Ángeles, aunque el que iba a ser su
protagonista principal, Alfonso II, “el casto”, tiene, sin duda, un peso suficiente,
según lo que de él sabemos (y, no puedo por menos de decirlo, según nos lo
describe don Claudio Sánchez Albornoz, en cuyos estudios me he basado
principalmente para construir la trama de esa novela), mi interés por tratar
también con bastante profundidad a su padre Fruela I, “el cruel” (también influído
por Sánche Albornoz), me hizo dividir la novela en tres partes, la primera
protagonizada por el susodicho Fruela I, y la tercera por su hijo Alfonso II, “el
casto”, separadas por una segunda en que relataba los años y reinados
intermedios que los separaron. No puedo quitarme de la cabeza que eso, quizá,
fue un error, y hubiera debido hacer dos novelas diferentes. Pero, en fin,
estaba ocupado con el resto de libros y lo dejé así. Como he dicho, el
resultado no ha conseguido satisfacerme del todo.
Aún hay otro motivo: llevado de mi interés por cohesionar
todas las novelas, y, además, por el deseo de que el lugar de donde es
originaria mi familia, el concejo de Gozón, en Asturias, tuviese importancia en
mis historias, me inventé una familia, los condes de Gauzón, de la que,
consecutivamente, padres, hijos y nietos, tomaban parte en las diferentes
tramas de los sucesivos libros, adquiriendo, a veces, más importancia que los
propios protagonistas. Con esto la saga de las novelas quedaba, en efecto,
convertida en una serie y aumentaba su ligazón, pero hacía que perdiera
importancia como libros individuales, pues, aunque no era imposible leer uno
sin haberlo hecho con los anteriores, si que había demasiadas referencias de
unos con otros.
Pensé solucionar eso de alguna manera, pero a la vez me ví
implicado, como comenté en la entrada anterior, en la farragosa redacción de la
Estirpe de los Reyes, y tuve que posponer mi propósito. A finales de la
primavera anterior, concluída ya esa novela y a la espera de su publicación,
pude dedicarme ya a intentar solucionar los problemas que acabo de describir.
Pero, como me he extendido demasiado, eso será en la próxima
entrada.
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