Aunque había decidido dejar pasar unos días para no influir
en las posibles (y deseadas) aportaciones, voy a hacer un breve esquema sobre
cómo estaba España en esos tiempos para ayudar a los que quieran enviármelas.
(Aunque supongo que los que se decidan a ello ya estarán suficientemente
informados)
En la España sometida al Islam, y dentro de las sempiternas
luchas entre Mahadíes (qaysíes) y Yemeníes (kelbíes), como he relatado en mi
tercera novela EL MULADÍ, el emir Yusuf al Fihrí y su mano derecha Samail
mantienen una frágil hegemonía, siempre puesta en entredicho por diferentes
linajes kelbíes, procurando disimular los recelos existentes entre ambos.
Y en el reino cristiano de Asturias, Alfonso I, aprovechando
esas disputas y, sobre todo, la rebelión de los bereberes, eje central de dicha
novela EL MULADÍ, ha realizado incursiones por la zona comprendida entre la
muralla defensiva del reino Asturiano formada por la cordillera Cantábrica (la
“MURALLA ESMERALDA” que da título a mi segunda novela), y el río Duero, aunque
sin incorporarla definitivamente a sus posesiones, pero creando, si no un
desierto deshabitado, como defiende el maestro Sánchez Albornoz, sí un
territorio lo suficientemente poco poblado como para que dificulte las posibles
invasiones musulmanas, a la vez que aumenta apreciablemente la demografía
asturiana.
Este es el escenario en el año 756, cuando Abderrahmán I
desembarca en Almuñécar. Ahora, dejen volar su imaginación y piensen qué
hubiera sucedido si el Omeya no hubiera llegado a España.
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