Retomamos el estudio de la evolución de los protagonistas de mis novelas; y después de Pelayo viene, cómo no, su esposa, Gaudiosa.
Poco es lo que se sabe de este personaje, excepto una inscripción en una tumba en Covadonga (muy posterior a la urna) que dice: “aquí yacen los restos de Pelayo y de su mujer, Gaudiosa”; así que pude inventarme todo lo que necesité de su filiación, origen y circunstancias. Sin ningún apoyo histórico, la hice hija de un prestigioso jefe astur, consiguiendo así un motivo para que esos semicivilizados pastores, celosos de su independencia, se unieran al proyecto del iniciador de la reconquista.
Gaudiosa hace su aparición en las páginas de “Pelayo, rey” como una niña ingenua que se asombra al comprobar que el joven godo que llega a pedir refugio a su aldea no parece tan peligroso como le habían dicho de los tradicionales enemigos de su tribu. Y que, tras la estancia de Pelayo en la aldea de los montes, le ha caído tan simpático, que le regala un ramillete de flores silvestres para que el joven godo, de vuelta a sus tierras, sepa que los astures son sus amigos.
Cuando, unos pocos años después, Pelayo vuelve a la aldea del jefe Otur en busca de apoyo para la guerra civil entre los hermanos de Witiza y Rodrigo, la niña ya se ha convertido en una joven adolescente que mantiene una relación especial con los ríos, plantas y animales de la naturaleza, reminiscencia quizá de las antiguas creencias de los astures, y que trata de convertir esa unión en una manifestación de la religión cristiana, aceptada hacía poco por las tribus. Asimismo Gaudiosa siente que el joven godo, que parece no fijarse en ella, tendrá una importancia capital en su vida y que los destinos de ambos, por raro que parezca, están unidos.
Pasa el tiempo, Pelayo sigue su vida en la corte de los godos, se convierte en un noble importante (aunque la imagen de la joven astur sigue estando presente en sus pensamientos, a pesar de sus esfuerzos por olvidarla), hasta que llega el desastre del Guadalete. Deshecho el ejército de los godos en la batalla, Pelayo acompaña a su rey moribundo durante un viaje que recuerda a un recorrido iniciático, hasta que, una vez enterrado Rodrigo, casi sin darse cuenta dirige sus pasos hacia los montes astures, adonde llega herido, agotado, desfallecido y medio muerto, pero convencido ya de que lo que desea es volver, aunque sea con sus últimas fuerzas, al lado de la joven a la que había llegado a amar, aunque se había negado a reconocerlo.
El destino echa una mano, Pelayo y Gaudiosa se encuentran, se confiesan su mutuo amor y, en la cueva de la Señora se casan. La tribu, o, mejor, el nuevo jefe elegido tras la muerte del anciano Otur, se muestran recelosos ante la llegada del godo, pero aquí Gaudiosa demuestra que ha crecido y se ha convertido en una mujer fuerte, enfrentándose, apoyada en su prestigio, a los que s ele oponen y consiguiendo que Pelayo sea aceptado.
Ambos jóvenes crean una familia y pretenden vivir en paz, sin mayores ambiciones, pero cuando Munuza rapta a la hermana de Pelayo y envía a éste a Córdoba, Gaudiosa se hace cargo de la familia, mantiene su prestigio entre los astures y, cuando su marido, tras escaparse de la prisiones musulmanas, vuelve a Asturias, consigue hacerle elegir como jefe de los Astures, y, a su lado, organiza la resistencia contra los invasores, mostrándose como el apoyo ideal de su marido. (a veces, incluso, más fuerte y decidida que él)
Esta es la evolución natural de Gaudiosa, convertida en la reina que necesita la nueva nación, pero aún nos demostrará más su fuerza de carácter, cuando tenga que enfrentarse a las pruebas que le esperan en “La Muralla esmeralda”
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