Finalizado el estudio de los reyes
asturianos que aparecen en mis novelas, tanto en las ya editadas, como las dos
que, aunque ya escritas, aún, y por causas ajenas a mi voluntad,todavía no han visto (aunque espero que les falte poco) llegar el día de su publicación, parecía que
habíamos finalizado este tema, puesto que los sucesores del último rey de que
habíamos hablado, Alfonso III, trasladaron la corte a León.
Pero, realmente, no fue así: como
vimos en la entrada anterior, al final de su reinado Alfonso III tuvo que ver como
sus hijos se rebelaban contra él, y, al objeto de evitar una guerra civil y
familiar, abdicó en su primogénito, García, quien ostentó el título de rey de
León.
Aunque a García no le salió gratis el
apoyo que recibió de sus hermanos ante su rebelión contra su progenitor.
Ordoño, el segundo, reclamó y recibió el reino de Galicia, aunque siempre
subordinado de algún modo a su hermano mayor. Y el tercero, Fruela, pidió y
obtuvo, el de Asturias, también subordinado a García, y, de alguna manera,
también a Ordoño, pues figura citado detrás de él en algunos documentos. El
cuarto, Gonzalo, se había dedicado a la Iglesia (fue arcediano de la catedral
de Oviedo); y del quinto, Ramiro, hablaremos posteriormente.
Así que, en términos extrictos, Fruela II fue el decimotercer
(quedémonos con este número, símbolo de la mala suerte) rey de Asturias a partir del año 910, cuando abdicó su padre (quien
a finales de ese mismo año, en diciembre, falleció). Quizá el acto más conocido
de este rey fue la donación que, en unión de su esposa Nunilo Jimena, hizo de
La Cruz de la Victoria (mandada labrar por su padre Alfonso III en el castillo
de Gauzón) a la catedral de Oviedo. En el 914 murió, sin descendencia, García,
y Ordoño fue proclamado rey de León, con lo que Galicia se unió de nuevo al
Reino. (No quiere esto decir que antes se hubiera separado, pues, de algún
modo, debido a la subordinación del rey gallego al leonés, seguía siendo parte
del mismo). Del mismo modo, Asturias, con Fruela II subordinado a Ordoño II,
también seguía unida a León).
En el año 924, fallece Ordoño II, y
aunque deja varios hijos (de los que habrá que hablar en la próxima entrada
para intentar que mis lectores comprendan un poco mejor un episodio complicado
de la historia astiuriana), Fruela es elegido rey de León (León, Galicia y
Asturias) anteponiéndese a sus sobrinos, Sancho Ordóñez, Alfonso Ordóñez (el futuro Alfonso IV) y
Ramiro Ordóñez (el futuro Ramiro II).
Fruela II ostenta la corona
solamente un año, pues muere en 925 (su salud no debería ser muy buena, pues
pasa a la historia como Fruela II “el leproso”), con lo que, ¿ahora sí?, se
termina la historia de los reyes asturianos, que recoge oficialmente a éste
hijo de Alfonso III como rey de León, aunque, como hemos visto, también lo fue
durante un tiempo, exclusivamente de Asturias.
Aunque podamos argumentar que este
no fue el aunténtico final del reino asturiano. Pero los sucesos tras el
fallecimiento de Fruela II son tan enrevesados e implican a tantos personajes,
que requieren ser tratados en una nueva entrada, que será la próxima.
La vida de Fruela II, será tratada
en la novela en la que estoy trabajando en estos momentos, y que llevará el
título de “La Caja de las Ágatas” o el de “El rey leproso” (Ambos son
significativos respecto a él), aunque también cabe la posibilidad de que sea un
solo libro, o dos (cada uno, con uno de esos títulos).
Porque también estoy barajando dos
opciones: la primera, que puesto que los años jóvenes de Fruela ya están
tratados (aunque no muy extensamente) en la novela, de próxima (espero)
aparición, La Cruz de la Victoria,
dedicada a la vida de su padre, Alfonso III, no extenderme demasiado sobre
ellos y, añadir, a su reinado, lo que ocurrió después de su muerte, en lo que
están implicados su hermano, sus hijos y sus sobrinos.
Y la segunda, quizá más práctica,
volver a narrar, en la primera parte, sus años jóvenes, deteniéndome en hechos
quno fueron lo suficientemente tratados con exhaustividad en la novela
anterior, y dejar para la segunda sus hechos como rey de Asturias, primero, y
de León, después.
Quedando, para otra novela, la
relación de los complicados años que siguieron hasta que, otra vez, León, Asturias
y Galicia quedaron unidos en el Reino de León. Hechos que, incluso en un solo
libro, serán difíciles de explicar con claridad, por los escasos datos, algunos
contradictorios, sobre la época, y la repetición de nombres. Problema al que,
hasta ahora, me había enfrentado solamente en lo relativo a los musulmanes (Con
la excepción de Fruela I y su tío, Fruela, “el mayor”, que aparecen en El
Muladí, en La Cruz de los Ángeles y en la aún no publicada “La estirpe de los
Reyes”; y que confundieron, incluso, a los cronistas árabes)
¿Cuál será la decisión? Aún no lo
sé, y no tengo demasiada prisa, pues antes tendrán que publicarse las novelas
anteriores.
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