18 de septiembre de 2018

Alfonso III


El duodécimo rey asturiano fue Alfonso III. Accedió al trono a la muerte de su padre en el año 866, aunque no sin problemas, pues, aprovechando su ausencia de la corte en ese momento, el conde de Lugo, Froilán Bermúdez, intentó arrebatarle la corona, pero fue muerto por los fideles del rey (algo similar pasó cuando algunos nobles intentaron deponer a Alfonso II). Al principio de su reinado se apoyó principalmente en sus tíos (o, al menos, parientes), Gatón, conde del Bierzo y hermano de Ordoño I (o, quizá, hermano de su mujer, Nuña), y Ramiro (tal vez primo de Ordoño por parte de la segunda mujer de Ramiro I, Paterna; en todo caso, un conde castellano).
Alfonso III casó con Jimena Garcés, probablemente, hija del rey de Pamplona, García Íñiguez, en un intento de su padre, Ordoño I de mantener lazos estables con la monarquía pamplonica, pues a la vez parece que una hija de Ordoño, de nombre Leodegundia, casó con García Íñiguez.
Alfonso III continuó la labor repobladora y asentadora en la meseta de su padre Ordoño I (que había ordenado a sus parientes, Gatón, conde del Bierzo, y Rodrigo, conde de Castilla, repoblar Tuy, Astorga, León y Amaya), encargando de esa tarea a sus colaboradores, Vimara Pérez (Oporto); Hermenegildo Gutiérrez, yerno del conde Gatón (Braga, Viseo), Diego Rodríguez, hijo del conde Rodrigo (Oca) y Vigila Jiménez (que fue nombrado conde de Álava) y tal vez fuera pariente, de su mujer Jimena; aunque también es posible que perteneciera a la familia Jimeno, rival de la Íñigo, de la que era miembro el padre de su esposa, García Íñiguez, el rey de Pamplona
Alfonso III mantuvo la teoría de que la monarquía asturiana era la heredera directa de la visigoda y, por ello, superior en dignidad a los otros reyes cristianos de la península, tomando el título de “imperator”. Fruto también de esa idea fue su propósito de influir en el reino de Pamplona, como ya intentó su padre al concertar su boda con una hija de García Íñiguez. En esa misma idea, tras derrotar a los Banu Qasí, firmó un tratado de paz con esa dinastía musulmana y envió a su hijo Ordoño a educarse en sus tierras, y, quizá por la reticencia de su suegro a reconocer esa superioridad, es posible que fomentase el cambio de dinastía en Pamplona cuando Fortún Garcés, hijo y sucesor de García Íñiguez, fue derrocado por Sancho Garcés I (de la dinastía Jimeno) y aliado del rey asturiano. Esta acción, a la postre, no dio los resultados apetecidos, pues si bien la nueva dinastía pamplonesa rompió lazos con los Banu Qasi y pasó a la ofensiva contra los musulmanes, amén de numerosas alianzas matrimoniales con los reyes leoneses (sucesores de los asturianos), por otro lado aumentó su territorio y su importancia y pasó a denominarse Reino de Navarra.
Consciente de la importancia de asegurar y fortificar las nuevas tierras de la meseta, Alfonso pasó más tiempo en ellas que en su capital, Oviedo, llevando el límite de su reino hasta el Duero y repoblando Zamora. Eso dio paso a la pérdida de importancia de Asturias y, a partir de él, los reyes asturianos pasan a denominarse reyes de León, trasladando allí la nueva capital. Por eso algunos autores consideran a Alfonso III como el último rey asturiano, aunque en entradas posteriores veremos que, de hecho, no fue así.
En los últimos años de su reinado, Alfonso III sufrió una conjura de su hijo primogénito, García para arrebatarle el trono. Alfonso le apresó y le encerró en el castillo de Gauzón, pero, para su sorpresa, su esposa Jimena (quizá disgustada por el cambio de dinastía en Pamplona, del que hizo responsable a su marido), y sus hijos Ordoño (con el apoyo de las tropas gallegas, provincia de la que era gobernador), que estaba casado con Elvira Menéndez, hija del poderoso conde gallego Hermenegildo Gutiérrez (llamado Menendo) y de Hermesinda Gatónez, la hija de Gatón, y Fruela (casado con Nunila Jiménez, posiblemente de la dinastía Jimeno, nuevos reyes de Pamplona), así como del conde de Castilla, Munio Núñez (suegro de García, el hijo de Alfonso), se ponen de parte del encerrado y exigen su liberación. Para evitar una guerra civil, Alfonso abdica y sus hijos se reparten el reino (García, León; Ordoño, Galicia; y Fruela, Asturias, aunque subordinados los dos últimos al rey leonés), no obstante, su padre mantuvo el título regio hasta su muerte, ocurrida poco después, en 910.
El reino queda, pues, dividido, pero esto dura poco, pues en 914 muere García I, sin descendencia; le sucede su hermano Ordoño II, aunque, a su muerte, ocurrida en 924, Fruela II se adelanta a sus sobrinos y es coronado como rey de León, Galicia y Asturias. Termina con esto la división del reino, pero no los conflictos, pues, a la muerte de Fruela II, en 925, sus hijos (Alfonso Froilaz y sus hermanastros Ramiro Froilaz y Ordoño Froilaz), y los de Ordoño II (Sancho Ordóñez, Alfonso IV, y Ramiro II) se disputan el trono.

En mi novela La Cruz de la Victoria, aún no publicada, pero ya terminada, se trata en profundidad el reinado de Alfonso III, desde su infancia en la corte de Ramiro I, su adolescencia y aprendizaje en la de su padre, Ordoño II, y su reinado, hasta su derrocamiento, abdicación y muerte ocurrida en Zamora en 910, procurando que los acontecimientos narrados se ajusten a la historia, y las motivaciones que se desconozcan sean las más probables.

Aquí termina la incidencia de los reyes asturianos en mis novelas publicadas, o, al menos escritas, hasta el momento. En la siguiente entrada hablaremos de la que estoy escribiendo en estos momentos, y en los últimos reyes que (algunos sin título reconocido oficialmente) gobernaron Asturias de manera más o menos independiente.


No hay comentarios:

Publicar un comentario