La verdad es que no le hice caso, porque
esta vez me había preocupado de enviarle un borrador definitivo (lo que no había
hecho con motivo de La Cruz de los Ángeles, con el resultado de que no quedé
demasiado satisfecho con esa novela), revisándolo varias veces e, incluso,
encargando esa tarea a un par de personas a las que estoy agradecido y que, con
toda amabilidad, detectaron un buen número de errores (al igual que yo
mismo) que procedí a corregir antes de remitírselo.
Pero,
cuando decidí que estaría bien introducir el Arca Santa en la trama de mis novelas,
incluso en la Estirpe, aprovechando el retraso en su publicación, y busqué una
manera de que hacer llegase a Oviedo, de una manera que concordase con lo que
en ellas se narraba, se me ocurrió que, ya que iba a utilizar la llegada del
abad Argerico, su hermana Sara y sus monjes a Samos, podrían ser también los
que transportasen el Arca Santa. Lo revisé, vi que podría servir y lo redacté
provisionalmente, pero para asegurarme, busqué en el texto la primera vez que
nombraba al susodicho Argerico, lo que transcribo a continuación.
“Un día, mientras Teodoredo estaba
visitando al abad Eulogio, recibió éste la llegada de un religioso de Toledo,
llamado Argerico.
—¿Qué noticias traes de tu ciudad? —preguntó
el abad cordobés.”
(Otro
inciso: al copiar esta frase -en estos mismos momentos que estoy escribiendo- me he dado cuenta de que, en el original, no
tenía punto al final de la misma. Lo he corregido, pero eso me demuestra que un
texto, por muchas veces o muchas personas que sean las que lo revisen, nunca
estará libre de errores).
Al leer
lo escrito, me quedé de piedra. ¡Teodoredo! Teodoredo conocía a Argerico. Lo
había olvidado. Pero, cuando Teodoredo llega a Asturias, lo primero que hace es
acompañar a Xinto a Samos (Esto ocurre bastantes capítulos después de que
lleguen Argerico y Sara a Asturias, lo que, a su vez, es posterior a la escena
que acabo de transcribir, lo que explica -que no justifica- mi despiste). Y yo
lo había pasado por alto, como se puede comprobar al ver cómo estaba escrita
esa escena:
“Contrariamente a lo que temía, el camino
no se le hacía largo, ni mucho menos, a Teodoredo.”
…//…
“Una
semana después, al fin llegaron al valle del río Sarria, donde se encuentra el
monasterio de Samanos dedicado a San Julián y santa Basilisa. El edificio y el
entorno habían cambiado bastante desde la última vez que Adosinda y Xinto
habían estado allí.”
…//…
“Argerico y Sara recibieron con afecto a
la hermana y los hijos del monarca que les había otorgado aquel lugar, se
enteraron con tristeza de su fallecimiento y de las trágicas circunstancias del
mismo, y prometieron dedicar las próximas preces de la comunidad al eterno
descanso del soberano que tanto les había favorecido.”
…//…
“Por fin, y una vez que todos estuvieron
instalados, Teodoredo se dirigió al astur.”
Como se
ve, ni una sola relación a que Teodoredo y el abad se conociesen. Así que hubo
que rectificarlo de la siguiente manera:
“Contrariamente a lo que temía, el camino
no se le hacía largo, ni mucho menos, a Teodoredo.”
…//…
“Una
semana después, al fin llegaron al valle del río Sarria, donde se encuentra el
monasterio de Samanos dedicado a San Julián y santa Basilisa. El edificio y el
entorno habían cambiado bastante desde la última vez que Adosinda y Xinto
habían estado allí.”
…//…
“Argerico y Sara recibieron con afecto a
la hermana y los hijos del monarca que les había otorgado aquel lugar, se
enteraron con tristeza de su fallecimiento y de las trágicas circunstancias del
mismo, y prometieron dedicar las próximas preces de la comunidad al eterno
descanso del soberano que tanto les había favorecido.
A continuación, el abad dirigió su vista a
Teodoredo, que se había mantenido en un segundo plano, y le observó
detenidamente. —¡El protector del emir! —exclamó—. Veo que al fin de decidiste
a seguir el consejo de Eulogio y venir a tierras cristianas. Daré gracias al
Señor por ello.
—Y yo veo que tú hiciste lo mismo mucho
antes que yo, puesto que te veo aquí establecido, como abad de un monasterio
floreciente y en buenas relaciones con la familia real, a la que he acompañado
ignorando quiénes eran —contestó el godo, mirando severamente a Xinto.
—¿Os conocéis? —preguntó el astur,
observando a ambos con recelo.
—Es un cristiano que ocupaba el importante
cargo de jefe de la guardia del emir —contestó Argerico—. Le conocí en Córdoba
y, junto con un abad de allí le aconsejamos que abandonase las tierras de los
infieles y se dirigiese a un sitio en que pudiese practicar nuestra religión
sin problemas de conciencia. Afortunadamente, nos hizo caso.
Teodoredo buscó con la mirada a Lucinia,
quien, junto con su padre estaba justo detrás de la princesa Adosinda. —Ya ves
que todo lo que te he contado durante el viaje era cierto —le dijo.
La joven sonrió —Eso nunca lo he dudado
—replicó.
Luego el godo se volvió hacia Adosinda e
inclinó la cabeza. —Disculpadme si no os he tratado como corresponde a vuestra
alcurnia. No podía imaginar que quien viajaba con tan modesta comitiva era…
—En estos momentos, no solo mis sobrinos y
yo, sino todos los que nos acompañen, podemos correr peligro —replicó
Adosinda—. De ahí el secreto, que espero comprendas y perdones.
Xinto se adelantó —Como responsable de la
seguridad de la princesa, y debido a que tú tampoco declarabas quién eras, yo
tomé la decisión de ocultar nuestra identidad —dijo—. Ahora preocupémonos de
nuestro alojamiento, y luego hablaremos tú y yo.
Por fin, y una vez que todos estuvieron
instalados, Teodoredo se dirigió al astur.”
Y gracias a que introduje esa historia,
pude detectar y corregir un error que se había pasado por alto en todas las
revisiones anteriores.
Y gracias a que corregí ese error, puse en
su lugar un punto que, si no, hubiera faltado.
(Aunque de estas dos cosas estoy seguro de
que la mayor parte d elos lectores no se hubieran dado cuenta)
Lo que demuestra la razón que tiene el
refranero (como siempre) cuando dice: No hay mal que por bien no venga.
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