Entre las joyas expuestas en la Cámara
Santa de la catedral de Oviedo, y que me habían servido de inspiración para
varias de mis novelas, hay una, el Arca Santa (actualmente no se expone por
estar en restauración) que no había tratado en ninguna de ellas, y de la que,
en una de mis últimas visitas a dicha ciudad, y recorriéndola con el grupo
“peregrinandOviedo”, me habían ofrecido un relato interesante, tanto el actor
que hacía la representación, con excelente realismo, de Alfonso II, como la
guía con la que visitamos la catedral y nos la explicó con amenidad. En
especial el intento de apertura de la misma por Alfonso II era lo
suficientemente novelesco como para haber sido utilizado y me extrañó no haberlo
hecho.
En cuanto
llegué a Madrid, me puse a investigar por qué, a pesar de todos los documentos
que había consultado, desconocía ese hecho, y pronto caí en la cuenta de las
causas.
La
primera referencia al Arca Santa y a su intento de apertura (el definitivo, por
Alfonso VI, en 1075), se tiene en el “Liber
testamentorum” de la Catedral ovetense, donde se relata con lujo de
detalles dicha apertura y se dice que también lo había intentado,
sin éxito, el obispo Ponce (quien ejerció su ministerio de 1025 a 1035), aunque
había estado oculta en la capital asturiana desde tiempo atrás, a la que había
sido trasladada desde la invasión musulmana. Como ésta había tenido lugar, como
todos saben, en el año 711 y Oviedo fue instituída capital por Alfonso II poco
después de su segundo nombramiento, en el año 791, (se podría pensar en la
fundación del monasterio de san Vicente, en Oviedo, por el presbítero Máximo y
su tío, el abad Fromistano, en 761, pero es extraño que, para proteger las
reliquias que contenía, se llevasen a un sitio tan apartado y poco poblado como
erala colina ovetense en sus primeros tiempos) tenemos unos 90 años en los que no hay localización del Arca Santa.
Eso lo
explican otras leyendas (no he encontrado documentos escritos fidedignos que
las avalen) que la sitúan escondida en el Monsacro durante esos años, hasta que
el rey Alfonso II, tras una revelación, la descubrió y la llevó a Oviedo, según
algunas fuentes, sin intentar abrirla, y según otras, con un intento fallido,
aunque este último puede confundirse con el realizado por eol obispo Ponce y
que ya hemos citado.
También
hay que tener en cuenta que el “Liber
Testamentorum” no es un original, sino una copia atribuída al obispo
Pelayo, famoso por la gran cantidad de correcciones, interpolaciones y
falsificaciones que introdujo con el fin de avalar la preeminencia de la
diócesis ovetense sobre el resto de las existentes en España, lo que justifica
cualquier duda sobre la verosimiltud de los escritos por él realizados.
Sea como
fuere, la existencia y los avatares del Arca Santa son lo suficientemente
novelescas como para representar un valor añadido a mis novelas (en las que he
intentado colocar la mayor parte de leyendas posibles) y, de haber tenido estos
datos en su momento, seguramente lo hubiera hecho.
¿Estaba
todavía a tiempo? Si la llegada a Asturias del Arca Santa fue en tiempos de
Alfonso II, o, mejor aún, en los de su padre Fruela I, eso ya lo había narrado
en mi novela La Cruz de los Ángeles, y ya estaba publicada. Pero había
preparado una nueva redacción con cambios bastante trascendentes, en la que
podía tener sitio. Y, aún más, en La Estirpe de los Reyes, que ya estaba en poder
del editor, (Sapere Aude) pero que no se iba a publicar hasta el próximo otoño,
trato acontecimientos de esa misma época, pero desde otro punto de vista, y
podría añadirse. Es más, había unas escenas que podrían justificar su llegada.
Pero como esta entrada ya está siendo demasiado extensa, dejaremos esos
detalles para la próxima, dentro de unos días.
E,
incluso, entremedias, haremos otra acerca de otros detalles de esa novela (La
Estirpe de los Reyes) que no tienen nada que ver con el Arca santa, pero que
han sido causados por este motivo.
Eso será
lo próximo que publique, en esta semana; y, también durante ella, por si
alguien se siente intrigado, intentaré contar lo correspondiente al Arca santa
en esa novela.
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