27 de febrero de 2016

Estado actual de La Estirpe de los Reyes (I)

Una vez publicados los adelantos dedicados a Mariano Vilella (los correspondientes a Alarico) y a Luz Morales (los de Abdul), vamos a recapitular el estado actual del borrador de la novela. En lo que va del corriente año 2016 he trabajado en ella más intensamente que lo que hubiera hecho nunca antes en las ya escritas (estén o no publicadas), incluso que en la que dio origen a la serie y a mi afición por la escritura, Pelayo, rey. Pero el avance no ha sido todo lo efectivo que hubiera deseado.
Es esta una novela que abarca dos líneas argumentales distintas (una en territorio asturiano y la otra que comienza en Ceuta, continúa en las tierras del Imperio Romano de Oriente - llamado posteriormente, aunque es una denominación que, para una mejor comprensión de  los lectores, he usado en este texto, Bizantino - y las del Califato Omeya de Damasco, para concluir, tras un paso por el norte de África, en los territorios de la Península Ibérica dominados por los musulmanes) que, a la postre, acabarán juntándose; en la que aparecen una multitud de personajes, muchos de ellos que, originalmente, no iban a tener importancia pero que, luego, al irse desarrollando la acción, he visto que era más conveniente dársela y, por lo tanto, había que volver atrás y modificar lo ya escrito; y que transcurre por un ámbito temporal prolongado, puesto que comienza en un prólogo en el año 741 en Ceuta, y concluirá, previsiblemente, en 789, período que ya ha sido narrado en varias de mis novelas anteriores, por lo que hay muchos detalles que tener en cuenta para no caer en contradicciones.
Si a todo esto añadimos que, desde que comencé a escribirla, hace unos cuatro años, quitando este último, no he podido dedicar todo el tiempo que quisiera a ella, sino que había veces que, por diferentes motivos, transcurría casi un mes entre el momento en que le dedicaba una o dos horas, y el siguiente en que podía trabajar en ella aún menos tiempo, se comprenderá que la redacción (provisional) debería ser revisada exhaustivamente.
Ahora, que ya estoy trabajando en ella con más continuidad, en lugar de seguir avanzando con la trama, he tenido que dedicarme a corregir las incongruencias que se podían haber producido entre lo narrado en unos capítulos y lo que se cuenta en otros posteriores, redactados con meses, incluso años, de diferencia; entre lo descrito en esta novela, y lo narrado y puesto ya en manos de los lectores en las anteriores publicadas (Pelayo rey, La muralla esmeralda, El Muladí y La Cruz de los Ángeles); e, incluso, con lo que ya está esbozado o escrito, aunque aún no publicado, en las futuras (La Cruz de la Victoria y otras). Tarea tremendamente complicada y, en alguna ocasión, imposible. Calificación esta que utilizo porque al realizar esta tarea he descubierto que, posiblemente debido al tiempo que transcurrió entre la redacción de unas y otras de las ya publicadas, al orden con que fueron escritas, diferente del cronológico con que se editaron, y a la falta de continuidad con que me dediqué a su redacción al tener que compatibilizarlo con mi actividad profesional, entre ellas ya hay un buen número de contradicciones e incongruencias, ya imposibles de evitar, que pasaron desapercibidas para mí, durante su redacción y durante su corrección final, para los correctores (profesionales o no) que las revisaron, y para los lectores, de los que no he recibido ninguna queja o aviso.
Insistiendo sobre este tema, ya en el año 2011, una vez comenzada la redacción de la novela actual, me di cuenta de unas incongruencias (unas entre tantas) que existían en mis novelas anteriores, y las puse de manifiesto en dos entradas en mi blog reyesasturianos.blogspot.com tituladas “problemas cronólogicos” I y II. También en otra entrada del año 2012, que lleva el título de “El muladí 5, erratas” habló de estas, aunque en algún caso no sean específicamente erratas, sino errores de la trama. Y en el año 2013, en otra entrada en el blog con el nombre “Compartiendo complicaciones” (no se puede decir que no doy pistas) hablo también de esta cuestión.
Bueno, resueltas (o al menos eso creo) las incongruencias que se podían resolver dentro de la redacción de esta novela entre unos y otros capítulos, y abandonadas resignadamente las que considero insalvables, quiero implicar en ello a mis lectores. Para eso ofrezco un ejemplar firmado de La muralla esmeralda o de El muladí (Las otras dos, de momento, están agotadas) a cualquiera de mis lectores que, bien en mi blog, o bien en mi página de Facebook “Pelayo, rey” me comunique que ha encontrado alguna de esas incongruencias (no valen erratas de imprenta, de las que no me considero responsable) que hay en alguna de mis novelas y la ponga de manifiesto.
¿Y cómo está, entonces, el estado de la redacción de La estirpe de los reyes? Hagamos un breve resumen:
En la trama asturiana (más compleja), aunque algo relacionado con ella transcurre durante el prólogo, que sucede en Ceuta, y por lo tanto corresponde a la otra trama, en el año 734, al final del reinado de Pelayo, la acción comienza, realmente, en el año 739, año en que muere Favila. (Obsérvese que ni en esta novela, ni en el resto de la serie, hablamos nada de lo que sucede durante los dos años del reinado del hijo de Pelayo – El Muladí comienza también con su muerte – así que, en un futuro habrá que rellenar ese hueco)
A continuación, durante los capítulos 2, 4, 6, y 8 (los impares pertenecen a la otra trama) pasamos a narrar hechos, casi todos de ficción, ocurridos durante los primeros años del reinado de Alfonso I (del citado 739 al 742), haciendo especial hincapié en lo sucedido con la viuda de Favila, Froiluba, y de su hija (una de las razones de comenzar esta novela), y de los que no se había hablado en la coetánea novela, El Muladí. También prestamos atención a un personaje, principal en La Muralla Esmeralda y del que nos habíamos olvidado en El Muladí, el astur Xinto, lo que nos da pie a narrar la vida en una aldea de los pastores de las montañas y que nos ha obligado a un trabajo de investigación sobre temas que hasta ahora habíamos tratado tangencialmente.
Al final de dicho capítulo 8 nos reencontramos con la trama desarrollada en El Muladí, por lo que algunas escenas se repiten, aunque, en esta ocasión, narradas de otra manera o desde otro punto de vista, respetando lo que se narró en aquella novela y que hay que mantener (situaciones, diálogos, etc.), y continuando con la atención a la viuda e hija de Favila y a los pastores astures, que no habían aparecido por las páginas de aquella. Aquí aumentaron los problemas de coordinación de la nueva trama con lo ya publicado, y no puedo presumir de que todo se haya solucionado satisfactoriamente.
            Esta situación continúa durante los capítulos 10, 12, 14 y 16 (desde el citado año 742 al 749, continuando con la narración de hechos, ficticios o reales, ya narrados en El Muladí, o nuevos, del reinado de Alfonso I), en el que ocurre un acontecimiento trascendental (absolutamente ficticio) para la trama desarrollada, que ya se había narrado en el Muladí, pero que aquí se narra con muchos más (y nuevos) detalles.
            En el capítulo 18, que transcurre a partir del año 750, aparte de continuar con las tramas desarrolladas en los capítulos anteriores, hace su aparición un nuevo personaje, venido de lejos, que servirá de nexo de unión entre todas ellas.
            En el 20, año 751 y siguientes, además de continuar el desarrollo de las historias anteriores, que comienzan a interrelacionarse, prestaremos especial atención a dos personajes que hasta ahora apenas habían sido nombrados y que serán los que pasen a ser referentes en la trama en lo sucedido: Teudis (personaje real, citado en las crónicas, pero del que nada se sabe, al que, en mi ficción, hago hijo de Rodulfo y conde de Gauzón, y que solo había sido citado de pasada en El Muladí y en La Cruz de los Ángeles) y el primogénito de Alfonso, Fruela I, que como rey de Asturias, es el protagonista de la primera parte de la segunda de dichas novelas. Y al final de ese capítulo, hace su aparición (aunque le habíamos visto de pasada en la otra trama y se le había citado un par de veces) un personaje, que es otra de las justificaciones de esta novela, Abdul, el protagonista de El Muladí, y del que narramos lo ya contado en el final de esa novela (aunque con ligeras variaciones) y que iba a ser el final de su historia, aunque, ante peticiones de los lectores, retomamos su vida para que se pasee un poco más de tiempo por las páginas de ésta.
El capítulo 22, del año 755 al 757, termina con la muerte de Alfonso I y la proclamación como rey de Fruela I. A partir de aquí, la novela se superpone con lo narrado en La Cruz de los Ángeles, con lo que habrá que escribir compatibilizándolo con lo contado en ella. Ese será el trabajo al que tendremos que dedicarnos a partir de hoy.
Y nos queda comentar lo que sucede en la otra trama (esta es mucho más fácil), pero como ya nos hemos extendido demasiado, lo dejamos para otro día.


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