Dicho ya lo que ocurre (resumidamente y sin desvelar sorpresas) en Asturias, vamos con las peripecias de los viajeros. En un principio, el resultado de sus pesquisas importa poco, pues todos sabemos lo que ocurrió, fuera sabia decisión de Pelayo o pura necesidad histórica (Y por si alguien no lo sabe, aunque solo sea por omisión de los cronistas, no lo digo aquí). Pero este periplo nos da ocasión para contar cómo tuvo lugar una constante inmigración desde los territorios ocupados hasta el naciente reino cristiano, los orígenes del creciente resentimiento de los bereberes hacia sus señores árabes, que dio lugar a la posterior rebelión y emigración hacia sus lugares de origen, que forman la parte principal de la siguiente novela “El Muladí”. También dos permite volver a encontrarnos con una familia de una minoría que tuvo gran importancia en la invasión musulmana, los judíos, y que había aparecido en “Pelayo, rey”, aunque, no sé por qué, no había hablado mucho de ella en este blog; en relación con ellos y, como pequeña satisfacción a uno de los personajes por los que más afecto siento y al que le había hecho sufrir mucho tanto en esta novela como en la anterior, introduje una escena romántica (reconozco que se me da fatal describir este tipo de escenas) que fue muy criticada por aquellos de mis colaboradores que han analizado el borrador de la novela, pero que, contra su opinión, pienso mantener. Si alguno de los que leen el blog quiere también manifestar su opinión sobre este asunto y me lo hace saber, le remitiré ese capítulo concreto para que pueda aportar sus ideas.
Otra de las constantes de la España musulmana, que tuvo una importancia capital en el devenir de la Reconquista fue, como he dicho muchas veces, el odio entre los representantes de las dos grandes tribus que vinieron a España desde la lejana Arabia, Kelbíes y Qaysíes (Representado hoy en día por las luchas entre chiíes y sunníes, con matanzas que no han cesado desde aquella época, para que tomen nota los que ponen a Al Andalus como modelo.) y que he tratado de describir con la mayor fidelidad posible, siguiendo al historiador y arabista R.P. Dozy, nada sospechoso de islamofobia.
La escena por la que siento más cariño de esta situación es aquella en que el noble árabe Abú-l-Khattar, posteriormente emir de Córdoba, recluído en un calabozo, escribe unos versos que, recitados posteriormente al califa Hixem, tuvieron una importancia decisiva en la historia de los musulmanes en España. Como no sé árabe, utilizo la traducción del citado Dozy y la transcribo literalmente en la novela, tal como puede leerse a continuación:
- “Permites a los qaysíes derramar nuestra sangre, hijo de Merwan; pero si persistes en negarte a hacernos justicia, apelaremos al juicio de Dios, que será más equitativo para nosotros. Se diría que has olvidado la batalla de la Pradera, y que ignoras quien te procuró entonces la victoria; sin embargo eran nuestros pechos los que te servían de escudos contra las lanzas enemigas y solo nos tenías a nosotros por caballeros y peones. Pero después que has conseguido el objeto de tus designios, y que gracias a nosotros nadas en las delicias, afectas no conocernos; he ahí como, desde que nos tratamos, obras constantemente con nosotros. Pero guárdate de entregarte a una seguridad engañosa; cuando la guerra se encienda y sientas deslizarse tu pie sobre la escala de cuerda, puede que entonces las cuerdas que creas sólidamente torcidas se destuerzan... ¡esto se ha visto tantas veces...!”
Aunque inventada, esta situación posiblemente, fue real, excepto, por supuesto, la intervención de nuestros protagonistas en ella, aunque gracias a eso su viaje siguió por derroteros diferentes.
También, con motivo de este viaje, aparece en estas páginas uno de los hijos de Witiza, Ardabasto, que tuvo existencia real y fue muy considerado entre los musulmanes, y una sobrina suya, Sara (Sara la goda), que fue madre del famoso historiador árabe ibn al Qutiya (el hijo de la goda) quien, junto con otros que ya cité, me proporcionó los datos para que mis personajes tuvieran una existencia lo más real posible. He prometido repetidas veces contar una anécdota que me ocurrió con relación a este personaje, y, rompiendo el hilo de la novela, voy a hacerlo ahora, pero para no extenderme mucho, será en la próxima entrada.
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