11 de octubre de 2018

Alfonso Froilaz “el jorobado”.


Una vez que hemos hablado de Ramiro Alfónsez, al que, aunque con muchas reticencias, se le podría considerar como el decimocuarto rey asturiano, nos dedicaremos al que, esta vez sí ya definitivamente, cierra la lista de reyes que, reconocidos o no, gobernanron en Asturias desde don Pelayo y aparecen (o, D.m., aparecerán) en mis novelas: Alfonso Froilaz, el hijo de Fruela II, al que aquí estimaremos como el decimoquinto y último monarca asturiano. Y, si su padre fue conocido como Fruela II, “el leproso”, el epíteto que a él le adjudicaron “el jorobado”, dice mucho acerca de la salud y el físico de los últimos monarcas asturianos.

En el año 925, a la muerte de su padre, Fruela II, tras un breve reinado (como soberano de León, pues ya hemos visto que desde la deposición de Alfonso III por parte de sus hijos, en 910, ya había sido reconocido como rey de Asturias, aunque subordinado a sus hermanos, primero García y luego Ordoño II, los reyes de León), su primogénito, Alfonso Froilaz fue coronado como rey de León. Debería conocérsele, pues, como Alfonso IV, pero los historiadores le han negado el número ordinal, ya que, antes de un año, los hijos de Ordoño (Sancho, Alfonso y Ramiro) se negaron a aceptar el nombramiento y, apoyados en sus superiores fuerzas, le expulsaron de la nueva capital. Alfonso Froilaz, entonces, buscó refugio en Asturias, zona gobernada (suponemos) aún por su tío Ramiro Alfónsez.

No le persiguieron de inmediato sus primos, ocupados, como estaban, en decidir quién sería el que gobernase el reino, por lo que pudo establecerse como rey de Asturias, quizá conjuntamente con su tío, y, a la muerte de éste, en 929, ya en solitario, aunque con el apoyo de sus hermanastros, Ramiro y Ordoño Froilaz.

Entretanto, en León, el primogénito de Ordoño II, Sancho Ordóñez, aspiraba a ocupar el trono que fuera de su padre, apoyado por las fuerzas gallegas, debido, tanto a ser hijo de Elvira Menéndez (la hija del poderoso conde de Oporto, Hermenegildo Gutiérrez, a su vez yerno del conde del Bierzo y de Astorga, Gaton), como por haber contraído matrimonio con Goto Muñoz, de la nobleza gallega. Pero su hermano Alfonso Ordóñez, apoyado por las tropas navarras de su suegro Sancho Garcés I (se había casado con su hija Oneca), se impuso y le expulsó de León. Sancho recabó la ayuda de sus parientes y recuperó la capital, obligando a Alfonso a refugiarse en Astorga. Considerando que las tropas de su suegro no eran bastantes para mantener sus aspiraciones, Alfonso Ordóñez pidió ayuda a su primo Alfonso Froilaz, quien, pensando que su dominio en Asturias estaría más seguro con Alfonso Ordóñez en el trono (sus apoyos venían de la lejana Navarra), que con un rey apoyado por los gallegos, acudió en su ayuda y ambos ambos Alfonsos expulsaron a Sancho Ordóñez de León.

Pero la cosa se complicó. Ramiro Ordóñez, el menor, también tenía sus ambiciones, y le apoyaban (¡cómo no!) sus suegros, el conde gallego Gutierre Ossorio y Aldonza Menéndez, que dominaban el sur del reino gallego, lo que hoy es el norte de Portugal.

Ante esta nueva intervención, los tres hermanos hijos de Ordoño II llegaron a un acuerdo. Alfonso fue proclamado en 926, solamente un año después de que diera comienzo el conflicto entre los hijos de Fruela II y los de Ordoño II, rey de León como Alfonso IV. Sancho recibió el reino de Galicia y Ramiro fue coronado rey de Portugal, con capital en Viseo. Por lo cuál, Alfonso Froilaz tuvo que volver a refugiarse en Asturias, donde los hijos de Ordoño le dejaron tranquilo mientras organizaban sus reinos.

Parecía que el reino Asturleonés iba a quedar dividido (lo que hubiera sido fatal ante los musulmanes, que estaban aprovechando todos estos conflictos para reponerse de las drrrotas que les había infringido Alfonso III, el abuelo de los contendientes. Pero, en el año 929 falleció Sancho Ordóñez, sin dejar descendencia, y Galicia se integró pacíficamente, en el reino de León.

En 931 fallece la esposa de Alfonso IV y éste entra en depresión, abdica en su hermano Ramiro y se retira a un monasterio. Ramiro es coronado como Ramiro II, rey de Galicia, León y Asturias (aunque este último territorio continuaba en poder de Alfonso Froilaz).

Pero, en 932, Alfonso se arrepiente de su abdicación y, aprovechando que Ramiro se hallaba en Zamora, dispuesto a ayudar a los toledanos, que estaban siendo atacada por el califa Abderrahmán III, pidió ayuda a Alfonso Froilaz, quien, junto con sus hermanastros Ramiro y Ordoño, reunieron con él y entraron en León.

Ramiro, enviando solamente un destacamento en ayuda de Toledo se dirigió hacia León, derrotó a su hermano y le hizo prisionero, mientras los hijos de Fruela volvían a refugiarse en Asturias. Pero Ramiro destacaba por su fuerza de carácter. Unido a las tropas del conde de Castilla, Fernán González y a las Navarras de Sancho I Garcés, les persiguió hasta Oviedo, les derrotó, les juntó con su hermano y ordenó que a los cuatro les sacasen los ojos y les confinasen en el monasterio de Ruiforco de Torío, hasta su muerte.

Aunque no es seguro, parece que en ese mismo año de 932 falleció Alfonso Froilaz, decimoquinto y último monarca asturiano, con el que cerramos esta serie.

Todo esto será contado en mi próxima novela, o en la siguiente, si la hubiera, aunque aún no tengo decidido cómo.


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