Una vez que hemos hablado de Ramiro
Alfónsez, al que, aunque con muchas reticencias, se le podría considerar como
el decimocuarto rey asturiano, nos dedicaremos al que, esta vez sí ya
definitivamente, cierra la lista de reyes que, reconocidos o no, gobernanron en
Asturias desde don Pelayo y aparecen (o, D.m., aparecerán) en mis novelas:
Alfonso Froilaz, el hijo de Fruela II, al que aquí estimaremos como el
decimoquinto y último monarca asturiano. Y, si su padre fue conocido como
Fruela II, “el leproso”, el epíteto que a él le adjudicaron “el jorobado”, dice
mucho acerca de la salud y el físico de los últimos monarcas asturianos.
En el año 925, a la muerte de su
padre, Fruela II, tras un breve reinado (como soberano de León, pues ya hemos
visto que desde la deposición de Alfonso III por parte de sus hijos, en 910, ya
había sido reconocido como rey de Asturias, aunque subordinado a sus hermanos,
primero García y luego Ordoño II, los reyes de León), su primogénito, Alfonso Froilaz
fue coronado como rey de León. Debería conocérsele, pues, como Alfonso IV, pero
los historiadores le han negado el número ordinal, ya que, antes de un año, los
hijos de Ordoño (Sancho, Alfonso y Ramiro) se negaron a aceptar el nombramiento
y, apoyados en sus superiores fuerzas, le expulsaron de la nueva capital.
Alfonso Froilaz, entonces, buscó refugio en Asturias, zona gobernada
(suponemos) aún por su tío Ramiro Alfónsez.
No le persiguieron de inmediato sus
primos, ocupados, como estaban, en decidir quién sería el que gobernase el
reino, por lo que pudo establecerse como rey de Asturias, quizá conjuntamente
con su tío, y, a la muerte de éste, en 929, ya en solitario, aunque con el
apoyo de sus hermanastros, Ramiro y Ordoño Froilaz.
Entretanto, en León, el primogénito
de Ordoño II, Sancho Ordóñez, aspiraba a ocupar el trono que fuera de su padre,
apoyado por las fuerzas gallegas, debido, tanto a ser hijo de Elvira Menéndez
(la hija del poderoso conde de Oporto, Hermenegildo Gutiérrez, a su vez yerno
del conde del Bierzo y de Astorga, Gaton), como por haber contraído matrimonio
con Goto Muñoz, de la nobleza gallega. Pero su hermano Alfonso Ordóñez, apoyado
por las tropas navarras de su suegro Sancho Garcés I (se había casado con su
hija Oneca), se impuso y le expulsó de León. Sancho recabó la ayuda de sus
parientes y recuperó la capital, obligando a Alfonso a refugiarse en Astorga.
Considerando que las tropas de su suegro no eran bastantes para mantener sus
aspiraciones, Alfonso Ordóñez pidió ayuda a su primo Alfonso Froilaz, quien,
pensando que su dominio en Asturias estaría más seguro con Alfonso Ordóñez en
el trono (sus apoyos venían de la lejana Navarra), que con un rey apoyado por
los gallegos, acudió en su ayuda y ambos ambos Alfonsos expulsaron a Sancho Ordóñez
de León.
Pero la cosa se complicó. Ramiro Ordóñez,
el menor, también tenía sus ambiciones, y le apoyaban (¡cómo no!) sus suegros,
el conde gallego Gutierre Ossorio y Aldonza Menéndez, que dominaban el sur del
reino gallego, lo que hoy es el norte de Portugal.
Ante esta nueva intervención, los
tres hermanos hijos de Ordoño II llegaron a un acuerdo. Alfonso fue proclamado en
926, solamente un año después de que diera comienzo el conflicto entre los
hijos de Fruela II y los de Ordoño II, rey de León como Alfonso IV. Sancho recibió
el reino de Galicia y Ramiro fue coronado rey de Portugal, con capital en
Viseo. Por lo cuál, Alfonso Froilaz tuvo que volver a refugiarse en Asturias,
donde los hijos de Ordoño le dejaron tranquilo mientras organizaban sus reinos.
Parecía que el reino Asturleonés
iba a quedar dividido (lo que hubiera sido fatal ante los musulmanes, que
estaban aprovechando todos estos conflictos para reponerse de las drrrotas que
les había infringido Alfonso III, el abuelo de los contendientes. Pero, en el
año 929 falleció Sancho Ordóñez, sin dejar descendencia, y Galicia se integró
pacíficamente, en el reino de León.
En 931 fallece la esposa de Alfonso
IV y éste entra en depresión, abdica en su hermano Ramiro y se retira a un
monasterio. Ramiro es coronado como Ramiro II, rey de Galicia, León y Asturias
(aunque este último territorio continuaba en poder de Alfonso Froilaz).
Pero, en 932, Alfonso se arrepiente
de su abdicación y, aprovechando que Ramiro se hallaba en Zamora, dispuesto a
ayudar a los toledanos, que estaban siendo atacada por el califa Abderrahmán
III, pidió ayuda a Alfonso Froilaz, quien, junto con sus hermanastros Ramiro y
Ordoño, reunieron con él y entraron en León.
Ramiro, enviando solamente un
destacamento en ayuda de Toledo se dirigió hacia León, derrotó a su hermano y
le hizo prisionero, mientras los hijos de Fruela volvían a refugiarse en
Asturias. Pero Ramiro destacaba por su fuerza de carácter. Unido a las tropas
del conde de Castilla, Fernán González y a las Navarras de Sancho I Garcés, les
persiguió hasta Oviedo, les derrotó, les juntó con su hermano y ordenó que a
los cuatro les sacasen los ojos y les confinasen en el monasterio de Ruiforco
de Torío, hasta su muerte.
Aunque no es seguro, parece que en
ese mismo año de 932 falleció Alfonso Froilaz, decimoquinto y último monarca
asturiano, con el que cerramos esta serie.
Todo esto será contado en mi próxima
novela, o en la siguiente, si la hubiera, aunque aún no tengo decidido cómo.