13 de julio de 2010

El comienzo

Después de todo lo que he ido contando en anteriores entradas, había llegado el momento de comenzar a escribir. Tengo que confesar que entonces (Y, posiblemente, ahora) no tenía la menor idea de las técnicas o de los modos de escribir una novela. Pero después de la primera, y en todas las demás, aun no publicadas, he meditado muy bien lo que quería contar y cómo hacerlo, he hecho un ligero esquema, etc. No así en "Pelayo, rey". Cuando me encontré preparado para comenzar, solo tenía una relación de leyendas (las más, falsas, cuando no irreales) que pretendía introducir en la trama, lo que al final, hice en algunos casos y en otros no; y una vaga idea de que tenía que contar la vida de Pelayo desde el principio. Había una fecha clave, 711 d.C., el año de la invasión musulmana. Para esa fecha Pelayo ya tenía que haber desempeñado algún cargo de importancia en la corte, pues había decidido aceptar la teoría de que había participado en la batalla del Guadalete como espatario de Rodrigo. Otro dato, cuando el padre de Pelayo, Favila (Nombrado en la novela con el nombre de "Fáfila", derivado del auténtico en latin, para así distinguirlo del futuro nieto) muere a manos de Witiza, quien aún no es rey (Primera de las leyendas introducidas), nuestro héroe, así lo pensé, debía ser un adolescente. (Como niño, no habría podido correr aventuras en su huída; como hombre, aparte de no quedar muy bien que se escondiese, sería demasiado mayor en la fecha de la batalla de Covadonga - el año 722 d.C., si seguimos a Sánchez Albornoz-)
No lo dudé más. Pelayo tendría quince años en la fecha de la muerte de su padre, el año 700 d.C (Si redondeaba, tendría menos dificultades al sumar para averiguar las demás fechas). La novela comenzaría cuando el joven recibiera la infausta noticia, y a partir de ahí tendría que tomar decisiones. La acción se situaría en algún valle cercano a Proaza, para dar a la novela una estructura cíclica, (Después de Covadonga, las fuerzas musulmanas acampadas en Gijón se retiraron de Asturias y fueron aniquiladas en ese mismo lugar, según otra de las leyendas) terminando donde comenzó. (Ya explicaré en otra entrada por qué hubo que cambiar esos planes, que, en su momento, me parecieron originales y bonitos).
Me imaginé a Pelayo esperando el retorno de su progenitor, matando el tiempo entrenando con su amigo Julián. Con espadas y escudos de madera, por supuesto, ya que aún no eran guerreros. Pensé en un claro del bosque,(Un poco antes había pasado en coche por la zona para hacerme una idea y me pareció apropiada), en los dos jóvenes frente a frente, y me puse a escribir. (¡A bolígrafo y en folios cuadriculados! Lamento no haberlos guardado)
En ese momento, y vuelvo a citarme en algunas de las presentaciones, "los personajes parecieron tomar vida propia". No podía dejar de escribir, aunque no tenía ni idea de lo que vendría en el párrafo siguiente. Lo aseguro, no era yo quien llevaba la iniciativa, sino la propia acción la que se iba desarrollando inevitablemente.
Cuando me di cuenta, había terminado el primer capítulo. Lo releí, sorprendido (¿Yo había escrito "eso" realmente?) y me gustó. ¿Le gustaría a alguien más? Tendremos que esperar a la siguiente entrada para averiguarlo.

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