Por fin llegamos al monarca que
cierra mi novela La Cruz de los Ángeles, última (de las publicadas hasta el
momento, pero no de las ya escritas) de las dedicadas a la historia del Reino
Asturiano.
Alfonso
II “el casto”, noveno de los soberanos de Asturias, es
elegido rey tras la abdicación del rey Bermudo en el año 791, ocho años después
de su primera proclamación, en Pravia, por su tía Adosinda, viuda del rey Silo,
a la muerte de éste en el año 783. Da así comienzo a su largo reinado de 51
años, hasta que fallece de muerte natural, a los 82 años de edad, en el año
842. Alfonso traslada la corte a Oviedo, ciudad donde, probablemente, había
nacido; sufre las acometidas de los musulmanes, que la asolan por dos años
consecutivos, aunque Alfonso se toma la revancha atacándoles en su retirada, y
la reconstruye dotándola de monumentos (un palacio, una nueva catedral…) y
obras públicas (Murallas, La Foncalada…); realiza una incursión hasta Lisboa;
entabla una relación política con Carlomagno (quizá por ello es derrocado y
recluído en el monasterio de Ablaña, de donde le liberan sus fideles), quien,
incluso, le envía una sobrina, de nombre Berta (esto no está verificado) para
que sea su reina, lo que está en contradicción con su apodo y con la afirmación
del cronista de que no contrajo matrimonio. Dona a la catedral de Oviedo la
joya conocida con el nombre de La Cruz de los Ángeles, que da título a la
novela, y hace del reino asturiano una potencia capaz de tratar de tú a tú a
los poderosos emires cordobeses.
En la novela La Cruz de los
Ángeles, Alfonso aparece en su primera parte, cuando nace en Oviedo, adonde se
ha trasladado su padre Fruela I, con su amada Munia (uno de los motivos, en la
trama, de la conjura que acabó con su vida). Luego, en la segunda, se narra su
infancia y adolescencia, al cuidado de su tía Adosinda, en la que hay un viaje
(ficticio) a tierras vasconas aprovechando para relatar la batalla de
Roncesvalles; su labor como Mayordomo de Palacio (ya hemos dicho que este cargo
era una especie de “primer ministro” sin las connotaciones de servicio que
tiene actualmente. Curiosamente su equivalente, en el Imperio Bizantino, era el
“domésticos”); su proclamación como rey y su huída a las tierras alavesas. Y,
por fin, en la tercera, su reinado, haciendo hincapié en su propósito de
castidad, algo que me impactó cuando, al documentarme, vi la importancia que le
daba el historiador Sánchez Albornoz; su persistencia reedificando Oviedo
después de los ataques musulmanes, labor en la que destacó el arquitecto Tioda;
su relación con su cuñado Nepociano, sus tratos con Carlomagno y los problemas
que le causa la presencia de Berta en sus propósitos de castidad y, en fin, la
realización y donación de la joya que da nombre a la novela, que con esto se
termina. No así el largo reinado de Alfonso II, que aún duró varios años más,
lo que da pie a que, entre esta novela y la siguiente, aún no publicada, La
Cruz de la Victoria (no cuento la Estirpe de los Reyes, pues lo que en ella se
narra sucede a la vez que las ya publicadas), pueda escribirse alguna novela
más, lo que no descarto, aunque tendría que esperar a que se finalizase la que
me ocupa en estos mismos momentos, y alguna más que está en proyecto.
En cuanto a La Estirpe de los
Reyes, en ella se profundiza más en el Alfonso adolescente (como en casi todos
los personajes, por algo salió tan voluminosa que ha habido que dividirla en
dos tomos), pero no se trata apenas del rey, porque finaliza en el momento en
que Bermudo I cede la corona a Alfonso II.
Pero la nueva redacción de La Cruz
de los Ángeles sí que se extiende más sobre Alfonso II (la realicé con ese
propósito, para hacerle el auténtico protagonista de la novela) y se introducen
circunstancias nuevas, que había desechado en su momento, como la llegada del
Arca Santa a Asturias y el fallido intento del rey Alfonso II por abrirla. La
duda sigue siendo publicarla, o no. ¿No se molestarían los lectores que hayan
comprado la primera redacción viendo que sale otra más cuidada? ¿No les
parecería un engaño a los que compren esta nueva redacción (si es que se
publica, con ese o con otro título), y ya hayan leído la primitiva, que
numerosas escenas ya hayan sido relatadas en la primera? En un futuro volveré sobre este tema, pero,
de momento, seguiremos con la implicación de los reyes asturianos en mis
novelas, ya publicadas o aún no.
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