31 de mayo de 2012

CALLES DEDICADAS A MIS PROTAGONISTAS VII.- Alfonso II “El casto”

Vamos a concluir esta serie, al menos en lo que respecta a las cuatro primeras novelas, con el que es el protagonista de la tercera y última parte del 4º libro. (Luego haremos una pausa hablando de otros temas de actualidad, y, posteriormente, retomaremos la serie con las siguientes novelas, aún no publicadas y, algunas, aún no escritas)




Alfonso II era hijo del rey Fruela I y de la vascona Munia. La prematura y trágica muerte de este monarca hace que quede al cuidado de su tía Adosinda durante el reinado de Aurelio. Al acceder al trono Silo, marido de Adosinda, traslada la corte a Pravia y allí el joven Alfonso realiza las funciones de “mayordomo de palacio” (cargo equivalente a una especie de primer ministro, sin las connotaciones de servicio que tiene actualmente), preparándose para acceder al trono cuando le corresponda (Silo y Adosinda no tenían hijos), pero Silo fallece cuando Alfonso aún no es lo suficientemente maduro, y es apartado del poder por el bastardo de Alfonso I, Mauregato, su tío (en realidad, su “tiastro”). Adosinda es obligada a profesar en un convento y Alfonso encuentra refugio entre los parientes de su madre, en Álava.



Después de Mauregato ocupa el trono Bermudo I, “el diácono”, hermano de Aurelio y primo, por tanto, de Fruela I, Adosinda y Mauregato. Aunque no ambiciona el trono, sus partidarios le sacan del monasterio en que se encontraba y le encasquetan la corona. Pero después de una derrota ante los musulmanes, comprende que no está llamado a esa tarea, “recuerda” que estaba ordenado (así nos lo cuentan los cronistas) y decide abdicar y ofrecer el trono a Alfonso. (Aunque ese recuerdo no debió ser muy constante, pues un hijo suyo, Ramiro, sucede en el trono asturiano a Alfonso II)



Alfonso II “el casto” (y las razones para ese sobrenombre y para que sus tíos Silo y Adosinda no tengan descendencia explicadas en mi novela “La Cruz de los Ángeles” no tienen ninguna base histórica y pertenecen solamente a mi imaginación), fue uno de los reyes asturianos más importantes, trasladó la corte a Oviedo y la transformó en una hermosa ciudad, y fortaleció Asturias lo suficiente para que fuese capaz de luchar, en un plano de igualdad, con el emirato cordobés.



En Madrid Alfonso II no tiene ninguna calle, ni en Gijón ni en Cangas de Onís (¿Será cierto o error del google? Es una lástima, aunque quizá algún lector quiera hacer alguna aportación subsanando los posibles errores y/u omisiones)



Y en Oviedo, ¡Cómo no!, la ciudad que debe su status de capital a este monarca, “el casto” tiene dedicada la plaza a la que se asoma la catedral que él mismo ordenó construir. (Bueno, no la actual, sino una anterior de la que solo quedan algunos vestigios, como la capilla que acoge, entre otras joyas, la que da título a la novela en que todo esto se narra)



Como dije al principio, haremos una pausa en el estudio de las calles, para dedicarnos a temas/noticias más actuales y literarios. Y así daremos tiempo para que algún lector, más decidido que el resto, se anime a hacer algún comentario.



Hasta la próxima.



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