14 de julio de 2017

Un error descubierto por casualidad.

La verdad es que no le hice caso, porque esta vez me había preocupado de enviarle un borrador definitivo (lo que no había hecho con motivo de La Cruz de los Ángeles, con el resultado de que no quedé demasiado satisfecho con esa novela), revisándolo varias veces e, incluso, encargando esa tarea a un par de personas a las que estoy agradecido y que, con toda amabilidad, detectaron un buen número de errores (al igual que yo mismo) que procedí a corregir antes de remitírselo.
Pero, cuando decidí que estaría bien introducir el Arca Santa en la trama de mis novelas, incluso en la Estirpe, aprovechando el retraso en su publicación, y busqué una manera de que hacer llegase a Oviedo, de una manera que concordase con lo que en ellas se narraba, se me ocurrió que, ya que iba a utilizar la llegada del abad Argerico, su hermana Sara y sus monjes a Samos, podrían ser también los que transportasen el Arca Santa. Lo revisé, vi que podría servir y lo redacté provisionalmente, pero para asegurarme, busqué en el texto la primera vez que nombraba al susodicho Argerico, lo que transcribo a continuación.
“Un día, mientras Teodoredo estaba visitando al abad Eulogio, recibió éste la llegada de un religioso de Toledo, llamado Argerico.
—¿Qué noticias traes de tu ciudad? —preguntó el abad cordobés.”

(Otro inciso: al copiar esta frase -en estos mismos momentos que estoy escribiendo-  me he dado cuenta de que, en el original, no tenía punto al final de la misma. Lo he corregido, pero eso me demuestra que un texto, por muchas veces o muchas personas que sean las que lo revisen, nunca estará libre de errores).

Al leer lo escrito, me quedé de piedra. ¡Teodoredo! Teodoredo conocía a Argerico. Lo había olvidado. Pero, cuando Teodoredo llega a Asturias, lo primero que hace es acompañar a Xinto a Samos (Esto ocurre bastantes capítulos después de que lleguen Argerico y Sara a Asturias, lo que, a su vez, es posterior a la escena que acabo de transcribir, lo que explica -que no justifica- mi despiste). Y yo lo había pasado por alto, como se puede comprobar al ver cómo estaba escrita esa escena:

“Contrariamente a lo que temía, el camino no se le hacía largo, ni mucho menos, a Teodoredo.”
…//…
 “Una semana después, al fin llegaron al valle del río Sarria, donde se encuentra el monasterio de Samanos dedicado a San Julián y santa Basilisa. El edificio y el entorno habían cambiado bastante desde la última vez que Adosinda y Xinto habían estado allí.”
…//…
“Argerico y Sara recibieron con afecto a la hermana y los hijos del monarca que les había otorgado aquel lugar, se enteraron con tristeza de su fallecimiento y de las trágicas circunstancias del mismo, y prometieron dedicar las próximas preces de la comunidad al eterno descanso del soberano que tanto les había favorecido.”
…//…
“Por fin, y una vez que todos estuvieron instalados, Teodoredo se dirigió al astur.”

Como se ve, ni una sola relación a que Teodoredo y el abad se conociesen. Así que hubo que rectificarlo de la siguiente manera:

“Contrariamente a lo que temía, el camino no se le hacía largo, ni mucho menos, a Teodoredo.”
…//…
 “Una semana después, al fin llegaron al valle del río Sarria, donde se encuentra el monasterio de Samanos dedicado a San Julián y santa Basilisa. El edificio y el entorno habían cambiado bastante desde la última vez que Adosinda y Xinto habían estado allí.”
…//…
“Argerico y Sara recibieron con afecto a la hermana y los hijos del monarca que les había otorgado aquel lugar, se enteraron con tristeza de su fallecimiento y de las trágicas circunstancias del mismo, y prometieron dedicar las próximas preces de la comunidad al eterno descanso del soberano que tanto les había favorecido.
A continuación, el abad dirigió su vista a Teodoredo, que se había mantenido en un segundo plano, y le observó detenidamente. —¡El protector del emir! —exclamó—. Veo que al fin de decidiste a seguir el consejo de Eulogio y venir a tierras cristianas. Daré gracias al Señor por ello.
—Y yo veo que tú hiciste lo mismo mucho antes que yo, puesto que te veo aquí establecido, como abad de un monasterio floreciente y en buenas relaciones con la familia real, a la que he acompañado ignorando quiénes eran —contestó el godo, mirando severamente a Xinto.
—¿Os conocéis? —preguntó el astur, observando a ambos con recelo.
—Es un cristiano que ocupaba el importante cargo de jefe de la guardia del emir —contestó Argerico—. Le conocí en Córdoba y, junto con un abad de allí le aconsejamos que abandonase las tierras de los infieles y se dirigiese a un sitio en que pudiese practicar nuestra religión sin problemas de conciencia. Afortunadamente, nos hizo caso.
Teodoredo buscó con la mirada a Lucinia, quien, junto con su padre estaba justo detrás de la princesa Adosinda. —Ya ves que todo lo que te he contado durante el viaje era cierto —le dijo.
La joven sonrió —Eso nunca lo he dudado —replicó.
Luego el godo se volvió hacia Adosinda e inclinó la cabeza. —Disculpadme si no os he tratado como corresponde a vuestra alcurnia. No podía imaginar que quien viajaba con tan modesta comitiva era…
—En estos momentos, no solo mis sobrinos y yo, sino todos los que nos acompañen, podemos correr peligro —replicó Adosinda—. De ahí el secreto, que espero comprendas y perdones.
Xinto se adelantó —Como responsable de la seguridad de la princesa, y debido a que tú tampoco declarabas quién eras, yo tomé la decisión de ocultar nuestra identidad —dijo—. Ahora preocupémonos de nuestro alojamiento, y luego hablaremos tú y yo.
Por fin, y una vez que todos estuvieron instalados, Teodoredo se dirigió al astur.”

Y gracias a que introduje esa historia, pude detectar y corregir un error que se había pasado por alto en todas las revisiones anteriores.
Y gracias a que corregí ese error, puse en su lugar un punto que, si no, hubiera faltado.
(Aunque de estas dos cosas estoy seguro de que la mayor parte d elos lectores no se hubieran dado cuenta)
Lo que demuestra la razón que tiene el refranero (como siempre) cuando dice: No hay mal que por bien no venga.


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