3 de octubre de 2012

ESTADO ACTUAL DE “LA ESTIRPE DE LOS REYES”


Mucho tiempo sin escribir nada por aquí. Como en todos los principios de  curso, hay que dedicar los minutos y las energías a la dura tarea de conseguir que todo comience a rodar de nuevo. Ahora que parece que, al fin, las cosas comienzan a estar en marcha, puedo pensar un poco en mis novelas. Tengo que poner manos a la obra en la corrección ortotipográfica de “LA CRUZ DE LOS ÁNGELES”, si es que quiero que se edite este invierno; (Y es el momento de repetir que, para esa tarea, no estoy especialmente bien dotado) así que habrá que postergar un tiempo el trabajo en “LA ESTIRPE DE LOS REYES”. Pero como había anunciado que iba a tener a mis lectores al tanto de la evolución de dicha novela, voy a contar en que estado está en este momento en que va a “pasar a la reserva”, y en entradas posteriores aprovecharé mi trabajo con “LA CRUZ DE LOS ÁNGELES” para ir contando también algo de esa novela, escrita en segundo lugar, hace ya más de diez años.

 

Vayamos, pues, con “LA ESTIRPE…”. Como habíamos dicho, se trata de un intento (puramente novelesco e imaginario) de entroncar los descendientes de don Rodrigo y de don Pelayo con la dinastía asturleonesa originada en Bermudo I, “el diácono” (paradojas de la historia), nieto, a lo que parece, de Pedro, duque visigodo de Cantabria.

En un principio (Y no es seguro que, al final, se mantenga así) existirán dos tramas en capítulos alternos.

En la primera, Alarico, que como recordarán los que hayan leído “LA MURALLA ESMERALDA”, abandona todo para ir en busca de su amada Florinda (hija imaginaria del rey Rodrigo y de Florinda, “la cava”), y que, como se desvela brevemente en “EL MULADÍ”, se ha quedado viudo y continúa viviendo en Ceuta con su hijo Teodoredo, tras ser testigo de la llegada a esa ciudad de las tropas de Balch (narrada más extensamente en la novela citada) y de verse inmerso en las luchas entre árabes y bereberes (que forman la parte principal de la misma), se encuentra con Nicéforo (el capitán de una veloz galera bizantina, que ya había compartido aventuras con él en dicha novela) y se embarca rumbo a Constantinopla, dispuesto a tomar parte en las guerras e intrigas  que tienen lugar en el Imperio Bizantino tras la muerte de León III. Y hasta aquí hemos llegado. Bien el propio Alarico, bien su hijo Teodoredo, ya de mayor, tendrán que volver a la península para cumplir su destino (el que yo les he fijado); pero de momento lo tienen bastante complicado, y tendrán que pasar varios años (y capítulos) para que lo consigan.

En la segunda, que tendrá lugar en Asturias, tras la muerte, en una cacería y debido a una imprudencia ya relatada en “EL MULADÍ”, del hijo de Pelayo, Favila, el trono recaerá en el esposo de su hija Hermesinda, Alfonso de Cantabria, hijo del duque Pedro y descendiente, según las leyendas, y, al igual que don Pelayo, del rey godo Chindasvinto. (aunque esto lo afirmaron los cronistas muchos años después).

Pero Favila ha dejado viuda e hija, que, en bien de la estabilidad del reino, deberán ser apartadas de la vida de la corte (en realidad no se vuelve a saber de ellas en documentos de cierta veracidad), pero que para que la trama de la novela se haga realidad y la estirpe de Pelayo no se acabe con Alfonso II, “el casto”, tendrán que reaparecer en algún momento. Momento al que aún no he llegado, aunque la novela discurre en estos momentos por tiempos ya narrados en “El MULADÍ”, pero que ahora se describen desde el punto de vista de otros protagonistas; mientras se espera la llegada de algún personaje desconocido (las leyendas hablan de un cierto Luitfred III de Suevonia, ciertamente imaginario) que hará su aparición en próximos capítulos.

Hasta aquí lo escrito. Ambas tramas se encontrarán (o no) hacia el final de la novela, salvo que decida convertirla en dos separadas, aunque con algunos puntos de contacto.

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