14 de septiembre de 2011

OTRO COMENTARIO SOBRE LA MURALLA ESMERALDA

Mi buen amigo Javier Serra me envía a mi correo unos comentarios sobre la Muralla Esmeralda. Como me gusta que aparezcan en el blog, aún sin haberle pedido permiso, lo hago yo en su lugar.

3 de septiembre de 2011

UNA METEDURA DE PATA

(Y no será la última)

A la vuelta de las vacaciones, ya en Madrid, pero aún sin organizarme del todo ni recomenzar mis actividades literarias, mi compañera de trabajo y querida amiga Magdalena Fernández me hizo una observación sobre mi última novela publicada, “La Muralla esmeralda”. ¡La primera de todas las que he solicitado! Y acertada, en verdad y para vergüenza mía. (Lo que indica que, realmente, la ha leído, y con atención)
Me dice Magdalena que, en el prólogo, el menor de los hijos de Julián recibe el nombre de Ildefonso, pero que en el primer capítulo pasa a llamarse Isidoro, nombre que mantiene durante casi toda la novela, hasta que en el último capítulo y en la relación de personajes, de nuevo vuelve al de Ildefonso. Después de un asombrado: “¡No puede ser!”, me apresuré a comprobarlo y, efectivamente, el error estaba ahí.
Esto tiene una causa (No una justificación). Después de “Pelayo, rey” escribí “La Cruz de los Ángeles” y allí aparecía un sacerdote, hijo de Julián, al que denominé Ildefonso. (Quizá porque un buen amigo, esposo de Pilar, la hermana de Magdalena, se llama así). Cuando después, escribí “El Muladí”, que la antecede, volvió a salir ese personaje. Pero en esta novela tenía protagonismo el rey Alfonso I, que en el lenguaje usado en aquella época sería Ildefonso I, pues ambos nombres eran el mismo. No era lógico usar modos diferentes, así que decidí llamar al sacerdote Isidoro, para evitar confusiones. Cuando, tiempo después, escribí “La Muralla esmeralda”, que precede a “El Muladí”, consulté las dos ya escritas para evitar contradicciones, pero, por lo visto, en algunos capítulos revisé una y en otros la otra, y así me ha ido.
Ya en entradas anteriores al blog había hablado de los problemas que me había causado escribir después una novela cuyos hechos suceden antes que otras. Es una situación que intentaré evitar en lo sucesivo, pues he dedicado mucho tiempo y esfuerzo a correcciones que creía haber concluído con éxito. Ya he comprobado que no ha sidom así.
Escribiré al editor para que lo corrija para próximas ediciones, revisaré de nuevo esas dos novelas antes de su publicación, y pediré (pido) perdón a mis lectores por el fallo. Y muchísimas gracias a Magdalena por haberlo detectado. (¿Y nadie más se ha dado cuenta?)