21 de diciembre de 2011

ESTATUAS DE REYES V, Oriente, Íñigo Arista


Tras el paréntesis axárquico, volvemos con las estatuas:
Como ya dije, retomo la serie de entradas acerca de las estatuas de reyes que adornan algunos parques madrileños y que tienen relación con mis novelas. Aunque ahora escribo utilizando mis recuerdos de aquel día de hace unos meses en que, armado con mi cámara fotográfica, me dediqué a recorrer, primero el Retiro y luego la Plaza de Oriente. Nos habíamos quedado delante de la estatua de Alfonso II en el lado sur de la plaza y, siguiendo hacia el Palacio, la siguiente estatua pertenecía a un rey (o no, según algunos historiadores) que, aunque no forma parte de la serie de monarcas asturianos que protagonizan mis novelas, sí que aparece en ellas, aunque de forma algo tangencial. Se trata, según consta en la peana, de Íñigo Arista, fallecido en el año 770. Pero antes de estudiar la historia de este personaje, nos fijaremos en que en la foto, en la parte inferior derecha, aparece una mano saludando.
Aquel ya lejano día de junio había madrugado para pasear con nuestro perro Ugo, y tras visitar brevemente el Retiro, había llegado a la Plaza de Oriente alrededor de las ocho y media de la mañana. Allí, enfrascado en fotografiar los reyes que estoy comentando, no me había dado cuenta de que en un banco situado entre la estatua de Íñigo Arista y la siguiente, estaba un grupo de jóvenes de ambos sexos, a su vez haciendo fotografías, pero de ellos mismos, (Para que digan que la juventud actual no madruga; a pesar de la hora temprana ya estaban eufóricos, al menos, mucho más que yo) y que se habían creído que yo también trataba de fotografiarles.
Tras sacarles de su error y explicarles que intentaba solamente sacar fotos de las estatuas para ilustrar mi blog, comencé a contarles la historia de los reyes allí representados; pero en ese momento debieron recordar que tenían algo urgente que hacer en otra parte, porque se marcharon apresuradamente.
Como no sé si a los que lean este blog también les van a entrar prisas repentinas, les contaré algo de la historia del monarca aquí representado sin temor a que, llegados a este punto, se levanten de delante de la pantalla del ordenador (o, en su caso, busquen otra página más interesante)
Íñigo Arista sale en mis novelas en el último capítulo de “La Cruz de los Ángeles”, tomando parte en la batalla del “wadi Arun” (“el río Orón”) a las órdenes de Velasco, el caudillo vasco colocado como gobernador de Pamplona por Ludovico Pio, rey de Aquitania, de quien era vasallo. Allí los vascones, unidos a los Asturianos de Alfonso II, “el casto”, se enfrentaron a los musulmanes en una cruenta e incierta batalla, pero que tuvo como resultado el que los cristianos se diesen cuenta de que, si bien el emir de Córdoba podía derrotarles por separado, cuando asturianos, leoneses, vascos, navarros y aragoneses unían sus fuerzas, podían hacerle frente con éxito.
Y, posteriormente, se le cita en “La Cruz de la Victoria”, dando cuenta de que, tras acceder al gobierno de Pamplona, se independiza de los francos (Cuando la familia Íñiguez sucedió a la familia Jimeno, a la que pertenecía Velasco). Ya en el primer capítulo, su nieto García Íñiguez llega a Oviedo como emisario de su padre, el rey de Navarra Íñigo Íñiguez, y acompañando a su tío Fortún Íñiguez. Pronto se establece una animadversión entre el heredero del trono navarro y los parientes del rey Asturiano Ramiro I, Gatón y Rodrigo; aunque posteriormente, y buscando alianzas contra los musulmanes, la hija del, ya por entonces, rey navarro, García Íñiguez, se casará con el hijo de Ramiro, Alfonso III, principal protagonista de esa novela.

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